La Gran y Felicísima Armada o Gran Armada

 La Gran y Felicísima Armada o Gran Armada) es el término que se utiliza habitualmente para designar a la flota naval que en 1588, y dentro de la llamada Guerra Anglo-española de 1585-1604, fue mandada por el rey Felipe II de España para la invasión de Inglaterra, gobernada entonces por Isabel I, con el objeto de derrocarla, instaurar en la isla de nuevo el catolicismo, evitar la ayuda de Inglaterra a la independencia de los Países Bajos (por entonces bajo dominio español) y sofocar los ataques piratas ingleses a las expediciones marítimas españolas


Antecedentes

 

España es en el siglo XVI una potencia dominante en Europa, el Mediterráneo y el Nuevo Mundo con numerosos frentes abiertos; una guerra casi perpetua con Francia por el dominio de la península italiana y Europa Central, la ruptura religiosa del protestantismo respecto a la doctrina católica, el empuje del Imperio Otomano desde Oriente, la piratería berberisca realizada por musulmanes de África del Norte y la creciente pujanza de Inglaterra luchando por nuevos territorios y por el comercio con el Nuevo Mundo.

 

En 1559, y tras la batalla de Gravelinas y San Quintín ganadas por los españoles a los franceses, España y Francia firman la Paz de Cateau-Cambrésis, paz que se selló con el matrimonio de Felipe II de España con la hija del rey de Francia Isabel de Valois, permitiendo un tratado que estuvo activo durante un siglo y que fue determinante para consolidar la hegemonía española.

 

En 1571, la coalición católica formada por España, los Estados Pontificios, la República de Venecia y de Génova, La Orden de Malta y el Ducado de Saboya habían logrado una batalla decisiva en las costas griegas de Lepanto. Victoria que evitó el avance de el Imperio Otomano de los turcos cuyo propósito era dominar todo el Mediterráneo y aplacó, al menos momentáneamente, la piratería berberisca.

 

Mientras tanto, Isabel I de Inglaterra ha abandonado su ambigüedad inicial respecto a las posesiones españolas en los Países bajos y en 1585 firma un pacto por el que se compromete a ayudarles a conseguir su independencia a cambio de instalar guarniciones inglesas en su suelo, algo que, por supuesto, a España le resultaba intolerable.

 

Por si fuera poco, las correrías de los piratas ingleses asediando con sus incursiones las plazas y navíos españoles llegaba su punto culminante. Sus continuos ataques a la flota del tesoro proveniente de América ya no son suficientes; el corsario Francis Drake se permite asaltar Cádiz en 1587 y destruir unas 20 naves españolas. El expolio inglés durante estos momentos se puede cifrar en alrededor de 1.500.000 ducados (lo suficiente como para pagar una campaña de guerra de dimensiones mayores que las de Lepanto).

 

También en 1587 la prima católica de la reina Isabel I, María Estuardo, reina de Escocia, fue acusada de conspirar contra Isabel de intentar usurparla del trono e incitar a los católicos del norte a la sublevación. Esta acusación la llevó al cadalso y María Estuardo fue decapitada, algo que removió la conciencia de los católicos de toda Europa y, en especial, de Felipe II.

 


9 razones para invadir Inglaterra

 

  1. Una de las grandes divisiones entre España e Inglaterra se refería a la religión. Desde comienzos del siglo XVI, Europa se dividió cada vez más en dos grupos de cristianos: católicos tradicionales y protestantes reformadores. España e Inglaterra estaban en lados opuestos de esta división.El padre de Isabel I, el rey Enrique VIII, había establecido la Reforma inglesa, eliminando la Iglesia de Inglaterra de la autoridad del Papa católico en Roma. Bajo el reinado de su hermano, el rey Eduardo VI, Inglaterra se convirtió en un país protestante. Aunque la reina María I, la hermana mayor de Elizabeth, había tratado de volver al país al catolicismo, había fracasado.Por lo tanto, los dos países quedaron en lados opuestos de la mayor división política y religiosa de la época.
  2. Una de las razones por las cuales Felipe II se enfocó en el trono inglés fue porque ya lo había tenido una vez. Como esposo de María I, había sido rey de Inglaterra y había visto la oportunidad de llevar al país a su imperio católico. Cuando María murió sin dejar un hijo, el trono se volvió hacia Isabel, y la oportunidad de Felipe se perdió. Sin embargo, el quedó con un sentido de derecho a la corona inglesa.
  3. Para el 18 de febrero de 1587, Felipe ya estaba haciendo planes para su invasión. Pero un evento ese día lo precipitó todo.La católica reina María había sido la mejor contendiente para reclamar el trono de Inglaterra en caso de la muerte de la protestante Isabel I sin haber tenido descendencia. Como católica, ella representaba una amenaza para el establecimiento protestante y había sido encarcelada por Isabel. Espías de Isabel I alentaron un complot alrededor de María y se confabularon para poner en evidencia a María cómo conspiradora ante Isabel I,  lo que llevó a la ejecución de la católica María en ese frío día de febrero.Con María desaparecida, solo la conquista podría poner a un católico en el trono inglés.
  4. La imagen de los ingleses en España como indignos de confianza y violentos, se vio reforzada por su tendencia a la piratería. Isabel I alentó a los corsarios (piratas con licencia estatal)  a atacar puertos y barcos españoles. El saqueo de Sir Francis Drake de las colonias españolas en 1585 y su incursión en Cádiz en 1587 fueron sin duda las acciones más descaradas en lo que fue efectivamente una guerra no declarada, cuyo botín llenó el tesoro inglés a expensas de España. Felipe II no podía permanecer impasible ante esos ataques.

 


la gran armada


  1. 5. Después de la crisis de sucesión portuguesa de 1580, Felipe II demandó su trono a la corona portuguesa, tomando el control por la fuerza de las armas. Dom Antonio, el pretendiente al trono portugués, huyó a Inglaterra, donde fue recibido por Isabel I. Apoyó a Dom Antonio en su resistencia a Felipe, incluido un ataque estratégicamente importantes en las Islas Azores en 1581-2. Fue un acto más de antagonismo por parte de los ingleses contra España.
  2. 6. En ese momento, los Países Bajos eran parte del Imperio español. Pero desde 1566, la región se había rebelado contra Felipe. Los ciudadanos holandeses, muchos de ellos protestantes, se sentían resentidos por un monarca católico extranjero.Aunque gran parte de los Países Bajos fue retomado por los españoles durante los años 1578 a 1588, una parte significativa aún resistió, incluido el poderoso puerto de Amsterdam. El apoyo de los ingleses ayudó a mantener viva la revuelta, a través de la provisión de hombres y dinero, y atacó a los barcos españoles frente a la costa holandesa. La conquista de Inglaterra ayudaría a Felipe a completar la reconquista de los Países Bajos.
  3. 7. Desde 1584, los ingleses hicieron un esfuerzo concertado para forjar una alianza con Turquía y Fez-Marruecos. Tal alianza podría atacar a los españoles desde ambos lados. Era una amenaza estratégica, pero para muchos españoles, era mucho más que eso. La alianza de Inglaterra con los poderes musulmanes parecía particularmente vil para los españoles. Su nación se había unido a través de una lucha de varias generaciones para afirmar la supremacía cristiana sobre las partes musulmanas de España. Esta campaña de reconquista solo se había completado menos de un siglo antes. La amenaza de una invasión musulmana de inspiración inglesa infundió miedo en los corazones de los españoles, que consideraban a los musulmanes bárbaros crueles y blasfemo.
  4. 8. Los riesgos diplomáticos de España empeoraron por la incertidumbre de los acontecimientos en la vecina Francia. Francia era otra de las grandes potencias de Europa y, como España, giró entre la amistad y la rivalidad con Inglaterra. Aunque la mayoría de los franceses eran católicos, había una importante minoría protestante, los hugonotes, con gran influencia en la corte. Las políticas religiosas y diplomáticas del país se tambalearon  mientras las distintas facciones competían por el control del gobierno francés, desde apoyar a los protestantes en el exterior hasta perseguirlos en casa. Para Felipe, esto significaba que en cualquier momento Francia podría aliarse con Inglaterra en su contra o conquistar la isla y usurpar su reclamo. Demasiado en juego para dejar las cosas al cambiante estado de ánimo francés.
  5. 9. Evidentemente, Felipe tenía muchas razones para atacar a Inglaterra, pero su decisión de hacerlo fue en última instancia moldeada por el ideal de una guerra justa. Los pensadores del período idealizaron la lucha en nombre de una buena causa. Y así, Felipe decidió vivir a la altura de ese ideal, al invadir una nación peligrosa y blasfema, para devolverlo a la legalidad y a Dios

 

El plan de la GRAN Armada 

 

Ya desde inicios de 1586, Felipe II ha encargado a su Almirante D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, la elaboración de un plan para la llamada “empresa de Inglaterra” y que rondaba por su cabeza desde hacía años pero que se procrastinaba por diversos motivos.

 

El plan realizado por D. Álvaro es un plan de proporciones bíblicas con más de 700 naves de todos los tamaños y unos 100.000 hombres, siendo más de la mitad del cuerpo de infantería. ¿El coste aproximado? Casi 4.000.000 de ducados, siendo 2 millones la cantidad a aportar por España y el resto por los reinos de Nápoles y Sicilia y el Ducado de Milán.

 

Felipe II optó, sin embargo, por un nuevo plan en cuya realización intervinieron, además de Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio, Zúñiga, Juan del Águila…y cuyas discusiones, fluctuaciones y demora en el tiempo mermaron cualquier capacidad de atacar por sorpresa a Inglaterra. Ya en abril de 1586, Alejandro Farnesio advertía que todo el mundo estaba al tanto de las intenciones españolas.

 

Por fin, según el plan definitivo, el asalto a Inglaterra sería llevado a cabo por los tercios viejos afincados en Flandes de Alejandro Farnesio, duque de Parma, sobrino suyo y que contaba sus campañas militares por victorias.

 

Así pues, D. Álvaro de Bazán únicamente se dirigiría con una flota desde Lisboa (Portugal era de soberanía española desde 1580) hasta los Países Bajos, siendo esta flota un instrumento de apoyo, transporte y capacidad defensiva capaz de ayudar a trasladar a los tercios de manera segura en el trecho de los escasos kilómetros que separan las costas de Flandes de Inglaterra.

 

Álvaro de Bazán, que vio como su plan había cambiado y sintiendo haber perdido la confianza ciega de su rey, no digirió bien su papel secundario en esta empresa, enfermando de tifus y muriendo poco después en Lisboa el 9 de febrero de 1588, en plenos preparativos de la empresa de Inglaterra.

 

La Armada Invencible necesitaba un nuevo almirante y el elegido por Felipe II fue Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia y noble del más alto rango social al que se le encomendó dicha empresa y ,que sin embargo, no tenía conocimientos en la navegación e incluso se mareaba al hacerlo.

 

Tradicionalmente se ha culpado al Duque de Medina Sidonia del fracaso de la Armada Invencible, se le ha tratado poco menos como a un inepto y, sin embargo, su decisivo papel en los acontecimientos bien pudo salvar muchas vidas e incluso paliar el desastre final de la Gran Armada. Hemos de recordar, además, que Medina Sidonia había conducido un ejército durante la campaña de Portugal y que salvó a Cádiz del saqueo de Drake en 1587.

 

Los preparativos de la Gran Armada 

 

La Gran Armada se disponía a configurarse como un gran conjunto naval muy heterogéneo (algunos la tachan de incoherente), ya que daba respuesta a muchas capacidades distintas que debían ser llevadas a cabo en la misión: transporte, combate, comunicaciones, exploración, apoyo y desembarco.

 

Si, como hemos visto, los planes ya estaban anticipados en 1586, es desde ese momento cuando Felipe II ya comienza a alistar y proveer una fuerte armada, tanto con los medios propios (como su Armada del Mar Océano al mando de D. Álvaro de Bazán), la flota de Indias (a la que se hace regresar a España), así como de los sucesivos embargos de barcos que se van realizando en Guipúzcoa, Vizcaya, Santander, Cádiz, Sanlúcar de Barrameda… y cuyas naves entran frecuentemente en los astilleros para ser remodeladas y hacerlas más eficientes para la guerra naval.

 

En este año de 1586 ya se han armado y trasladado a Lisboa las escuadras de los capitanes Hurtado de Mendoza y de Recalde y se ordena el alistamiento de las naves de Nápoles y Sicilia.

 

En julio de 1587, es decir un año y medio después de comenzar los preparativos esperan órdenes en Lisboa un total de 37 navíos, a la espera de las naves sicilianas, napolitanas y andaluzas que irán llegando en breve.

 

El 25 de septiembre de 1587 llega a Sanlúcar la Flota de Indias después de haber atravesado el Atlántico y para finales de abril de 1588 llegaría a Lisboa la última gran escuadra de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias al mando de Diego Flores de Valdés. 19.000 soldados permanecen en Lisboa y 27.000 aguardan en Flandes el unirse a ellos.

 

Todo está listo a falta de los últimos retoques y la Gran Armada se constituye como una gran flota naval a la que se dota de unidad administrativa, logística y operativa (veedores, proveedores, contadores, pagadores, auditores…).

 

La larga espera en Lisboa provoca brotes epidémicos en los que muchos hombres enfermaron o murieron. El mismo Marqués de Santa Cruz, encargado de llevar a buen fin la complicada Empresa de Inglaterra, fallece de una «fiebre pestilencial» siendo sustituido por Medina Sidonia.

 

La bandera expedicionaria se consagra el 25 de abril y se realiza una revista general a la flota el 9 de mayo de 1588. El aumento en el número de soldados previstos (de 12.000 a 19.000) hace que se consuman las provisiones a ritmo mayor de lo esperado y los tiempos de espera e indecisión provocan que algunos alimentos queden en mal estado. El 30 de mayo la Armada Invencible sale de Lisboa con la idea de dirigirse a La Coruña en busca de provisiones.

 

La mala fortuna hará que un violento temporal no permita la llegada de todos los barcos al puerto de La Coruña, diseminándose y provocando un nuevo retraso en la partida definitiva hacia Flandes. A los once días de haber partido de Lisboa, la Armada se encontraba a la altura del Cabo de San Vicente, es decir mucho más lejos de su destino que cuando partieron.

 

El cuentagotas de naves que fueron llegando a La Coruña, el consumo de sus vituallas durante la travesía y su necesidad de un nuevo avituallamiento (en el que fue decisiva la logística del Marqués de Cerralbo) provocaron un nuevo retraso.

 

La salida definitiva del puerto de La Coruña se hará, tras una confesión y bendición multitudinaria a las tropas, el viernes 22 de julio de 1588.

 

Composición y tipos de barcos de la Gran Armada.

 

Galeazas (4 unidades): Puramente militares, eran una evolución de las galeras con un gran potencial de fuego de artillería, con una batería de cañones en cada banda. Desarrollada principalmente para la navegación mediterránea es de propulsión mixta (vela y remo). Sólidas y difíciles de maniobrar.

 

Galeras (4 unidades): En su origen pueden ser de transporte o de combate. Las de combate están especializadas para labores de abordaje. Desarrolladas para la navegación mediterránea.

 

Galeones (20 unidades) : Con capacidad de transporte de mercancías, su misión militar combina las funciones de artillería y abordaje. De diseño estilizado para esa época (más largos que anchos) y diseñados para largas travesías atlánticas. Se trataba de navíos de 3 cubiertas, pudiendo la primera estar por debajo de la línea de flotación; calado reducido y bordas altas para evitar el abordaje

 

Naos (42 unidades): Más redondeada que el galeón, fueron usadas tanto para el transporte como para la guerra y se construyeron tanto para la navegación atlántica como la mediterránea.

 

Carabelas (10 unidades de avituallamiento): Más pequeñas que las naos y más veloces y marineras que estas. Con 2,3 o 4 mástiles y una sola cubierta. Estas unidades acompañaron en una flotilla aparte ,junto a 7 falúas, a la Gran Armada en su salida del puerto de La Coruña.

 

Falúas (7 unidades de avituallamiento): Embarcación alargada y estrecha a remo y a vela, de uno o dos mástiles.

 

Urcas (26 unidades): Barco de carga, redondo y plano con alguna capacidad artillera.

 

Pinazas y zabras o galeoncetes (11 unidades): Navíos pequeños de propulsión mixta (vela y remo), veloces y ligeras utilizadas sobre todo para misiones de exploración y remolque.

 

Pataches (20 unidades): Los llamados barcos correo. Pequeños y ágiles 

 


Embarcaciones de la Gran Armada

ESCUADRA CASTELLANA 

+ San Cristóbal. Primer navío de escuadra, al mando de Diego Flores de Valdés. 36 cañones.

+ San Juan Bautista. Segundo navío de escuadra. 24 cañones

+ San Pedro. 24 cañones.

+ San Juan. 24 cañones.

+ Santiago el Mayor. 24 cañones.

+ San Felipe y Santiago. 24 cañones.

                                                                    + La Asunción. 24 cañones.

                                                                    + Nuestra Señora del Barrio. 24 cañones.

                                                                    + San Linda y Celedón 24 cañones

                                                                    + Santa Ana. 24 cañones.

                                                                    + Nuestra Señora de Begoña. 24 cañones.

                                                                    + La Trinidad Bogitar. 24 cañones.

                                                                    + Santa Catalina. 24 cañones.

                                                                    + San Juan Bautista. 24 cañones.

                                                                    + Nuestra Señora del Rosario. 24 cañones.

                                                                    + San Antonio de Papua. 12 cañones.

 

ESCUADRA DE VIZCAYA

+ Santa Ana. Navío insignia de la escuadra, al mando de Juan Martínez de Recalde y Alejandro Gómez de Segura. 30 cañones.

+ El Gran Grin. Segundo navío de escuadra, encallado el 24 de septiembre cerca de Clare Island. 28 cañones.

+ Santiago. 25 cañones.

+ La Concepción de Zubelzu. 16 cañones.

+ La Concepción de Juan del Cano. 18 cañones.

+ La Magdalena. 18 cañones.

                                                                      + San Juan. 21 cañones.

                                                                      + La María Juan. Hundido el 8 de agosto al norte de Gravelinas. 24 cañones.

                                                                      + La Manuela. 12 cañones.

                                                                       + Santa María de Montemayor. 18 cañones.

                                                                       + María de Aguirre. 6 cañones.

                                                                       + Isabela. 10 cañones.

                                                                        + Patache de Miguel de Suso. 6 cañones.

                                                                        + San Esteban. 6 cañones.

 

ESCUADRA DE GUIPÚZCOA

 

  • Santa Ana — 47 cañones (navío insignia de la escuadra, al mando de Miguel de Oquendo)
  • Santa María de la Rosa — 47 cañones
  • San Salvador — 25 cañones
  • San Esteban — 26 cañones
  • Santa María — 20 cañones
  • Santa Bárbara — 12 cañones
  • San Buenaventura — 21 cañones
  • La María San Juan — 12 cañones
  • Santa Cruz18 cañones
  • Urca Doncella — 16 cañones
  • El patache La Asunción — 9 cañones
  • El patache San Bernabé — 9 cañones
  • La pinaza Nuestra Señora de Guadalupe — 1 cañón
  • La pinaza Magdalena — 1 cañón

ESCUADRA PORTUGUESA

+ São Martinho (San Martín). Primer navío de escuadra, al mando del Duque de Medina Sidonia, 48 cañones

+ São João (San Juan). Segundo navío de escuadra, 50 cañones.

+ São Marcos (San Marcos). Al mando de López de Mendoza, encalló el 10 de septiembre cerca de las costas irlandesas. 33 cañones.

+ São Filipe (San Felipe). Al mando de Francisco de Toledo, abandonado el 8 de agosto entre Nieuwpoort y Ostende, capturado el 9 de agosto por una patrulla de las Provincias Unidas. 40 cañones

+ São Luís (San Luis). Al mando de Agustín Mexía. 38 cañones.

+ São Mateus (San Mateo). Al mando de Diego Pimentel, encalló el 8 de agosto entre Nieuwpoort y Ostende, capturado el 9 de agosto por una patrulla de las Provincias Unidas. 34 cañones.

+ Santiago (Santiago). 24 cañones

+ San Francesco (San Francisco). Al mando de Niccolo Bartoli, galeón florentino incluido en la escuadra portuguesa. 52 cañones.

                                                                                                                      + São Cristóvão (San Cristóbal). 20 cañones.

                                                                                                                      + São Bernardo (San Bernardo). 21 cañones.

                                                                                                                      + Augusta (Augusta). 13 cañones.

                                                                                                                      + Júlia (Julia). 14 cañones.

 

Escuadra Andaluza

  • Nuestra Señora del Rosario — 46 cañones (navío insignia de la escuadra, al mando de Pedro de Valdés)
  • San Francisco — 21 cañones
  • San Juan Bautista — 31 cañones
  • San Juan de Gargarin — 16 cañones
  • La Concepción — 20 cañones
  • Urca Duquesa Santa Ana — 23 cañones
  • Santa Catalina — 23 cañones
  • La Trinidad — 13 cañones
  • Santa María del Juncal — 20 cañones
  • San Bartolomé — 20 cañones
  • El patache El Espíritu Santo — 32 cañones

 

Escuadra Italiana

  • La Regazona — 30 cañones (navío insignia mandado por Martín de Bertendona)
  • La Lavia — 25 cañones
  • La Rata Santa María Encoronada — 35 cañones
  • San Juan de Sicilia — 26 cañones
  • La Trinidad Valencera — 42 cañones
  • La Anunciada — 24 cañones
  • San Nicolás Prodaneli — 26 cañones
  • Juliana — 32 cañones
  • Santa Maria de Vison — 18 cañones
  • La Trinidad de Scala — 22 cañones

 

Escuadra de Urcas y Galeras Napolitanas

  • El Gran Grifón — 38 cañones (al mando de Juan López Medina)
  • San Salvador — 24 cañones
  • Perro Marino — 7 cañones
  • Falcon Blanco Mayor — 16 cañones
  • Castillo Negro — 27 cañones
  • Barca de Amburgo — 23 cañones
  • Casa de Paz Grande — 26 cañones
  • San Pedro Mayor — 29 cañones
  • El Sansón — 18 cañones
  • San Pedro Menor — 18 cañones
  • Barca de Anzique — 26 cañones
  • Falcon Blanco Mediano — 16 cañones
  • San Andrés — 14 cañones
  • Casa de Paz Chica — 15 cañones
  • Ciervo Volante — 18 cañones
  • Paloma Blanca — 12 cañones
  • La Ventura — 4 cañones
  • Santa Bárbara — 10 cañones
  • Santiago — 19 cañones
  • David — 7 cañones
  • El Gato — 9 cañones
  • Esayas — 4 cañones
  • San Gabriel — 4 cañones

 

                                                                                 Galeras napolitanas

 

  •                                                                                       La Girona — 50 cañones (al mando de Hugo de Moncada)
  •                                                                              San Lorenzo — 50 cañones
  •                                                                              Zúñiga — 50 cañones
  •                                                                             Napolitana — 50 cañones

 


La crónica de la Gran Armada día a día 

 

22 de julio de 1588, viernes. 

 

Zarpa de La Coruña, con buen tiempo, la Armada Invencible con sus 127 naves agrupadas en 10 escuadras y una flotilla de avituallamiento de 10 carabelas y 7 falúas.

 

Navegados unos 17 kilómetros se fondea por falta de viento y se permanece así todo el día restante.

 

23 de julio de 1588, sábado.

 

Se reanuda la navegación con un tiempo favorable y sobre las 6 de la tarde ya se encuentra a unos 85 kilómetros de La Coruña. La galera Diana de la Escuadra de Galeras comienza a hacer agua y regresa a la costa española (llegará a Vivero al día siguiente)

 

24 de julio de 1588, domingo.

 

Se navega con tiempo favorable.

 

25 de julio de 1588, lunes. 

 

Se manda una pinaza con destino a Dunquerque, en las inmediaciones de los Países Bajos, para informar a D. Alejandro de Farnesio de la puesta en marcha de la operación.

 

26 de julio de 1588, martes

 

Comienza a empeorar el tiempo y el temporal va creciendo por momentos. La nao Santa Ana se separa de la escuadra desviándose hacia Le Havre. La galera Diana se ha perdido durante la noche.

 

27 de julio de 1588, miércoles. 

 

Continúa el mal tiempo. Al galeón San Cristóbal, de la escuadra de Castilla, un golpe de mar le arranca todo el corredor de popa. Se produce una dispersión de la flota, llegando a faltar en el recuento hasta 40 de ellas.

 

28 de julio de 1588, jueves.

 

Amanece buen día. Medina Sidonia ordena una operación de búsqueda de las naves dispersas con 3 pataches y una falúa.

 

29 de julio de 1588, viernes.

 

Buenas noticias. Las embarcaciones dispersas se encuentran cerca y el grueso de la Armada Invencible aminora su marcha para favorecer la incorporación de las mismas.

 

Sobre las 4 de la tarde se avista tierra y se fondea sobre las 7 a 3 leguas (17 kilómetros) de Cabo Lizard, en la costa sur de Cornualles.

 

Un galeón inglés, el Golden Hind avista a la Gran Armada y avisa al almirante Howard en Plymouth, donde dan comienzo al remolque de naves inglesas al puerto para aprovechar la marea.

 

30 de julio de 1588, sábado.

 

La flota inglesa ha podido preparar unas 50 naves de combate y de 30 a 40 embarcaciones menores en el puerto de Plymouth.

 

La Armada Invencible se dispone a entrar en el Canal de la Mancha. Por la tarde, los fuegos a lo largo de la costa inglesa avisan del inminente paso de los españoles.

 

Un consejo de guerra formado por el duque de Medina Sidonia, Juan Martínez de Recalde, Leyva y otros altos cargos de la Gran Armada se plantean atacar a la flota inglesa en el puerto de Plymouth (distante a unos 80 kilómetros) y asestarles un duro golpe. Recalde, conocedor de esas costas, sabe que la dirección del viento y la marea en ese momento es favorable a los españoles; sin embargo el duque de Medina Sidonia tiene órdenes claras del rey Felipe II de no buscar el enfrentamiento y dirigirse a recoger a los tercios a Calais.

 

Esta decisión será, por fin, la que se adopte en dicho consejo de guerra.

 

Esta misma tarde la flota inglesa con unas 120 navíos ya ha comenzado a salir del puerto de Plymouth.

 

31 de julio, domingo. El primer encuentro de las dos flotas en Plymouth

 

Las flotas inglesa y española valoran sus tácticas de ataque, se observan y se ordenan en posiciones de combate.

 

La Armada Invencible, que en este día cuenta con una formación de 121 naves, adopta su formación en tenaza. La flota inglesa queda dividida en dos formaciones.

 

A modo teatral, el almirante inglés Lord Howard dispara los cañones del «Disdain» a gran distancia retando a los españoles.

 

Se suceden las escaramuzas y ataques entre las dos flotas que se saldan con 7 muertos y 31 heridos por parte de la flota española y el galeón San Juan con la rotura del trinquete de gavia. Nada sabemos con certeza de los daños en la flota inglesa (que se retira colocándose a unos 3 kilómetros de la española), aunque fuentes españolas cifraban en dos las naves perdidas por los ingleses.

 

Los ingleses no estaban dispuestos a acercarse mucho a la Gran Armada y mientras que Drake señaló después de esta batalla “hemos ido a su caza”, el almirante Howard lo describió como “un pequeño combate” en el que “no podíamos arriesgarnos a situarnos entre ellos siendo tan potente su flota”.

 

Dos accidentes sacuden, sin embargo la flota española. Primero la nao “Nuestra Señora del Rosario” embiste a otra de su misma escuadra, la “Catalina” que debe retirarse de la formación para ser reparada, quedando la “Nuestra Señora del Rosario” ingobernable, abandonada a su suerte y a la merced de los ingleses que la capturarán al día siguiente.

 

Por otro lado, la nao almiranta de la escuadra de Guipúzcoa, el “San Salvador” sufre una explosión de barriles de pólvora por causa desconocida que provoca el desplome de sus dos cubiertas, el castillo de popa y la destrucción de la nave, produciéndose alrededor de 200 bajas en la tripulación.

 

1 de agosto de 1588, lunes.

 

Los ingleses atrapan a la “Santa María del Rosario” junto a toda su tripulación y su almirante Pedro de Valdés, que permanecería preso en la Torre de Londres durante siete años.

 

La mayor parte de los heridos y quemados del “San Salvador” fueron trasladados al buque hospital de la Gran Armada, el “San Pedro”, mientras que no se pudieron rescatar a los más graves que permanecían allí (alrededor de 50) cuando sir John Hawkins capturó los restos de el “San Salvador” e intentó trasladarlos hasta Weymouth, pudiendo rescatar los cañones y la pólvora que habían sobrevivido al accidente antes de que el barco se hundiera definitivamente en su traslado.

 

La Armada Invencible queda reducida, con las dos últimas bajas a 119 naves.

 

Se manda un patache con destino a Dunquerque para dar un nuevo aviso a Alejandro Farnesio.

 

2 de agosto de 1588, martes. El encuentro de Portland Bill.

 

Con buen tiempo y con ambos ejércitos buscando los vientos favorables, se producen encuentros frente a Portland Bill en los que los españoles intentan la aproximación para el abordaje, mientras que los ingleses son más partidarios de utilizar la artillería y no enzarzarse.

 

Algo más al oeste, las galeazas dirigidas por D. Hugo de Moncada se enfrentan a cañonazos a seis barcos ingleses, entre ellos el poderosamente armado “Triumph”, estando cerca de poder abordarlo. La indecisión de D. Hugo de Moncada sería más tarde reprendida por el duque de Medina Sidonia.

 

Mientras tanto, el Almirante Howard consigue con varios galeones una muy buena posición en la retaguardia de la Gran Armada, intercambiando fuego con los españoles que, sorprendidos , se amontonan sin orden. Medina Sidonia se destaca con su maniobra enfrentándose en solitario a la flotilla inglesa hasta que es ayudado por la “Santa Ana” de Oquendo, momento en el que Howard ordena la retirada, después de haber disparado más de 500 proyectiles a la “Santa Ana”, mientras que este último apenas pudo disparar 80 en este combate desigual.

 

Los ingleses han podido incluso abordar la “Santa Ana”, pero no es lo que quieren; prefieren castigar con fuego de artillería, y evitar abordar y ser abordados.

 

En contra de lo que puede parecer, los daños ocasionados entre ambos ejércitos son mínimos, de lo que se lamenta Hawkins al haberle costado “buena parte de nuestra pólvora y proyectiles”. Su elogiada artillería se está demostrando ineficaz a distancia segura para evitar ser abordados por los españoles.

 

Medina Sidonia reorganiza la formación táctica de la Armada Invencible siguiendo el criterio de Recalde pues los ingleses no pretenden “pelear, sino entretenernos para impedirnos el viaje”.

 

Las bajas españolas de la jornada se cifran en 50 muertos y 60 heridos, las inglesas se desconocen.

 

Llega a Dunkerque la primera pinaza informativa que partió del grueso de la Armada el 25 de julio.

 

La Armada Invencible continúa su viaje hacia el este; se unen más barcos a la flota inglesa.

 

3 de agosto, miércoles. El encuentro frente a St. Adhelm

 

La flota inglesa de Isabel I ha repuesto sus stocks de munición con la inclusión del material procedente de los dos barcos españoles apresados.

 

La urca “Gran Grifón” ha quedado algo retrasada del grueso de la flota, circunstancia que aprovecha la flotilla de Drake para alcanzarla y someterla a un fuego desproporcionado. En su cubierta los soldados se mantienen firmes en sus puestos esperando que algún barco inglés se ponga a su alcance para ser abordado.

 

Medina Sidonia manda acudir a su rescate provocando la huida de la flotilla de Drake.

 

Los españoles han sufrido unas bajas de 70 hombres muertos y 60 heridos. Se decide mantener al menos 40 naves armadas en la retaguardia y seguir el avance, mientras que los ingleses, ante su probada ineficacia ante la organización táctica española reordenan su flota en cuatro escuadras: Howard, Drake, Hawkins y Frobisher.

 

La Gran Armada  navega en dirección a la Isla de Wight.

 

4 de agosto de 1588, jueves. El encuentro en la Isla de Wight

 

La falta de viento obliga a los barcos armados tanto ingleses como españoles a ser remolcados por embarcaciones de remo en sus escaramuzas de ataque y defensa.

 

Se llegan a producir enfrentamientos que varían en su intensidad y en su curso; mientras que en ocasiones el escaso viento favorece a algún navío español, otras veces lo hace a otro inglés. Un último ataque inglés, efectuado posiblemente por Drake desequilibra a la Gran Armada, alejándola del estrecho de Solent, que separa Inglaterra de la Isla de Wight.

 

Se disparan unos 3.000 cañonazos entre las dos armadas ese día. Las bajas españolas ascienden a 50 muertos y 70 heridos. Las inglesas, como ya hemos podido observar anteriormente, no son contabilizadas

 

5 de agosto de 1588, viernes.

 

Día sin apenas viento y con ambas armadas separadas por dos millas, siendo perseguida la Armada española a distancia.

6 de agosto de 1588, sábado. La Batalla de Gravelinas

 

La Gran Armada  continua navegando, llegando sobre las 16 horas a las inmediaciones de Calais donde fondean. El Duque de Medina Sidonia manda una embajada de amistad al gobernador francés de la ciudad.

 

Mientras, la flota inglesa fondea a unos 3 kilómetros de la española y recibe el refuerzo de 36 barcos, el Escuadrón del Canal comandado por Seymour. Sir William Winter propone esa noche la idea de utilizar brulotes (naves incendiarias, cargadas de pólvora, que se aproximan a las enemigas bien sin tripulación si la corriente es favorable, o bien mínimamente tripuladas y que se inflaman con el tiempo justo para ser abandonadas).

 

7 de agosto de 1588, domingo.

 

La pinaza enviada el 25 de julio con un mensaje para el Duque de Parma regresa con noticias. Alejandro Farnesio puede tener sus fuerzas listas en seis días, toda una eternidad en aquella situación.

 

Teniendo que esperar, Medina Sidonia ordena que unidades de la escuadra de pataches y zabras se coloquen entre el fondeadero inglés y el español a fin de prevenir el ataque con botes incendiarios. Una señal más de que Medina Sidonia, en contra de su mala fama, adoptó decisiones correctas en numerosas ocasiones a lo largo de la empresa de Inglaterra.

 

8 de agosto de 1588, lunes.

 

Pasada la medianoche se produce el ataque con brulotes de la armada inglesa. 8 barcos que han sido dejados a favor de la corriente.

 

La flotilla destinada a evitar este ataque consigue desviar a dos naves y se da orden desde la flota española de levar anclas o de cortar amarras para evitar a los brulotes con la condición de volver pasado el peligro al mismo puerto de fondeo, algo que resultará imposible por las fuertes corrientes del lugar.

 

Algunas naves chocan entre sí en la maniobra (la galeaza “San Lorenzo” y la nao “San Juan de Sicilia”), otras naves maniobran para evitar los bajos fondos de la costa de Flandes quedando dispersas. La “San Lorenzo”, ingobernable después de su accidente, queda escorada y sin defensa a la altura del castillo de Calais. La nave no se rindió hasta la muerte en combate del general Hugo de Mendoza y no pudo ser saqueada por los ingleses al interrumpir los franceses dicho saqueo.

 

Con la llegada de la flota inglesa al completo, compuesta de al menos 153 embarcaciones, comienza una batalla confusa por su dispersión en el espacio y tiempo.

 

Son 5 barcos españoles (el “San Martín”de Medina Sidonia, el “San Juan” de Recalde y el “San Marcos” de Peñafiel y dos galeones de la Escuadra de Portugal) los que harán frente en un principio a la totalidad de la flota inglesa mientras que los pataches y zabras se encargan de recuperar las naves dispersas.

 

Poco a poco, la cortina defensiva española va creciendo y aumentando su capacidad de fuego. Las naves inglesas, muy superiores en número pueden acorralar a naves solitarias españolas que tienen que socorrerse mutuamente en repetidas ocasiones.

 

Los daños ocasionados por la armada inglesa son cuantiosos. Aunque sólo un barco español es hundido en el combate, el “María Juan”, otros han sido seriamente dañados y 3 de ellos el galeón “San Felipe”, el galeón “San Mateo” y la galeaza “San Lorenzo” terminarán encallados en las costas cercanas.

 

Otros naves quedan también castigadas y deberán de ser reparadas en el mar para continuar la navegación. La moral de la Armada sigue, no obstante, alta. Una nave italiana (probablemente la “Regazona”) es vista por los ingleses chorreando de sangre y tres horas más tarde en su puesto de combate. Las cifras de bajas españolas son de más de 600 muertos y más de 800 heridos. Se ocultan, una vez más, las cifras de la armada inglesa y ,aunque hablaron de solamente 100 fallecidos, un despacho de la reina de Inglaterra se habla de que “28 bajeles muy mal tratados y  treinta y dos  en peor orden y con poca gente y que habia mucha mortandad en particular y su piloto mayor; y que la Reina había hecho publicar un bando que nadie fuese osado en todo su reino a decir el suceso (éxito) de la Armada”. 

 

 

9 de agosto de 1588, martes.

 

Ahora la Armada Invencible está dispersa. Medina Sidonia intenta recomponer la Armada lanzando los tres cañonazos reglamentarios de convocatoria pero nadie da respuesta a su señal. Al parecer, algunos piensan que es mejor el “sálvese quien pueda”. Una vez reunidos los capitanes de los barcos más cercanos son llevados a bordo del “Santa Ana” y varios de ellos acusados de traición. Finalmente será ahorcado D. Cristóbal de Ávila y su cuerpo expuesto en un patache con el objeto de restablecer la disciplina de la flota. Uno de los también condenados a muerte, pero cuya sentencia no fue ejecutada finalmente, fue el capitán Francisco de Cuéllar, protagonista de uno de los documentados relatos más increíbles que tenemos de la historia de la Armada Invencible.

 

Con riesgo de encallar en los bajos de Flandes, la Armada Invencible no ha podido reorganizarse del todo. Aparece de nuevo la flota inglesa a una distancia de unos 3 kilómetros con unos 109 barcos (recordemos que el día anterior prestaron batalla 153 de ellos, señal evidente de que habían sufrido también numerosos daños).

 

Por la tarde, en un nuevo consejo de guerra convocado por el Duque de Medina Sidonia ,se valora volver de nuevo hacia Flandes o bien volver a España por el Mar del Norte. Los oficiales presentes deciden volver a intentar la conexión con el Duque de Parma, algo que el viento y la marea harían muy pronto inviable.

 

10 de agosto de 1588, miércoles.

 

La decisión ahora de volver a España aparece en el diario de Recalde el 10 de agosto de 1588.

 

Comienza el racionamiento de alimentos para soportar una navegación larga.

 

La Armada Invencible continúa navegando hacia el norte y la inglesa de, vigilante, continua siguiéndola.

 

Medina Sidonia ordena arriar las velas y esperar a la flota inglesa para entablar un nuevo combate. Los ingleses también bajan sus velas para frenar su acercamiento y evitar un enfrentamiento.

 

11 de agosto de 1588, jueves.

 

La Armada continúa avanzando al norte por el viento. Los ingleses continúan rechazando cualquier posibilidad de entrar en combate.

 

12 de agosto de 1588, viernes.

 

La flota inglesa abandona la persecución por falta de alimentos y munición.

 

13 de agosto de 1588, sábado.

 

La Armada Invencible arroja por la borda el contingente de animales de tiro y carga para ahorrar agua en el viaje de regreso.

 

Se dan las instrucciones de retorno, con especial énfasis de no acercarse a las costas del oeste de Irlanda, de las que no existen todavía planos detallados.

 

15 de agosto de 1588, lunes.

 

La Armada Invencible es ahora una flota en demanda de puertos españoles. Se da la orden de avanzar cada nave a su máxima velocidad posible, aun a riesgo de separar la flota.

 


18 de agosto de 1588,jueves.

 

El Lord Almirante Howard y Drake desconocen los planes de la Armada Invencible, pensando que pueden dirigirse a Noruega o Dinamarca con el objetivo de regresar, aunque ya consideran la situación controlada.

 

21 de agosto de 1588, domingo.

 

La Armada Invencible entra en el Atlántico Norte. Don Baltasar de Zúñiga es desembarcado en las Islas Shetland con órdenes de navegar en un patache lo más rápido posible a España para avisar de la llegada de la flota, para que se preparen los necesarios avituallamientos y para que se informe al Rey Felipe II de un total moderado de bajas a bordo (tres mil enfermos y heridos) y del total de 112 barcos que regresan, de los cuales 93 llegarán por fin a España.

 

31 de agosto de 1588, miércoles.

 

Felipe II recibe una carta del Duque de Parma donde le informa del fracaso del enlace de sus tropas con la Armada Invencible.

 

Septiembre de 1588. La epopeya de La Armada Invencible en Irlanda

 

Será a partir de septiembre donde se produzca la epopeya de la Armada Invencible en Irlanda, donde unos 20 barcos naufragaron en una situación climática increíblemente extraordinaria en sus costas, produciéndose miles de víctimas y situaciones tanto épicas como dramáticas.

Los soldados españoles se alimentaban con patatas, un tubérculo muy nutritivo que habían traído los viajes españoles de América. Una leyenda irlandesa cuenta que los naufragios de estos galeones españoles en Irlanda llevaron a las costas las patatas, que fueron recogidas por los campesinos. El suelo de Irlanda es enormemente rocoso y el clima muy lluvioso, lo que dificultaba enormemente muchos cultivos. Los irlandeses comenzaron a cultivar las patatas y vieron que crecían bien en su suelo rocoso y que eran muy nutritivas, por lo que convirtieron el país en un monocultivo de esa patata.

 

Esta sucesión de naufragios durará hasta finales del mes de octubre para los barcos más rezagados de la flota, mientras que componentes más avanzados habían entrado ya a La Coruña el 18 de septiembre de 1588, un mes y medio antes del último naufragio de la Armada Invencible, el de la galeaza “Girona” el 28 de octubre.

 

13 de octubre de 1588, jueves.

 

Felipe II manda circular una carta a los prelados del reino para que cesen los actos religiosos y rogativas que se venían haciendo en favor de la Armada Invencible y se diese gracias a Dios «porque no fue peor el suceso».

 

Las consecuencias de la Gran Armada 

 

El episodio de la Armada Invencible hay que considerarlo como un suceso más dentro de la guerra anglo-española que se resolvió con la firma de la paz en 1604.

 

Aunque España pudo considerarlo un fracaso al no lograr su objetivo e Inglaterra un éxito al evitar la táctica y salvar la isla de la invasión española, lo cierto es que militarmente no hubieron vencedores ni vencidos en los episodios de la Armada Invencible. Solo la propaganda inglesa, que vendió este fracaso estratégico español como una gran victoria y la propia leyenda negra alimentada por los mismos españoles, hizo pasar a este episodio histórico como una gran derrota.

 

Podríamos decir que el fracaso en su consecución no hizo más que alargar una guerra en la que los dos contendientes se vieron incapaces de lograr una victoria militar lo suficientemente importante como para declararse vencedores.

 

Tras el fiasco de la Gran Armada  los ingleses sufrieron un contratiempo mucho mayor que este con el fracaso estrepitoso de su Contraarmada o Armada Invencible Inglesa de 1589, una expedición que pretendía eliminar los remanentes de la Gran Armada Española atracados en sus puertos y el desembarco en Lisboa (por entonces española) y que culminó con la total derrota inglesa y la muerte del 70% de los ingleses participantes en la contienda (unos 5000 hombres).

 

La paz de 1604 vino solo a petición de los ingleses, mientras España remontaba una crisis pasajera de la que se recuperó plenamente en esos años y fue totalmente ventajosa para el Imperio Español ya que Inglaterra renunciaba a tratar con piratas holandeses, a atacar barcos españoles en América, se obligaba a abrir el Canal de la Mancha a la flota española y otras prebendas.

 

Hacia 1625 España estaba totalmente recuperada y vivió una época de victorias militares recuperando Salvador de Bahía, el socorro de Génova, la defensa de Cádiz y Puerto Rico, la conquista de Breda…

 

Durante estos años, la flota española de las Indias, con sus idas y retornos constantes propició un aprendizaje constante y un desarrollo tecnológico como el uso de la fundición de hierro para la artillería o el uso de la fragata (mezcla de galeón y galera).

 

Desastre en las costas de Irlanda

El 21 de agosto de 1588, la Armada Felícisima dejó atrás las islas Orkney para adentrarse en el Atlántico Norte. “Hasta ese momento, la Armada había sido un costoso fracaso, pero en el caso de un desastre”, afirman los historiadores Colin Martin y Geoffrey Parker en su libro La Gran Armada. Efectivamente, 112 barcos permanecían indemnes. Hasta que los vientos huracanados que ese otoño de 1588 azotaron a Irlanda. El resultado fueron 24 naufragios, una tragedia que tuvo lugar en los lugares más bellos de la isla como escenario. Para el comprobante sólo hay que acercarse hasta la bahía de Kinnagoe, en la península de Inishowen. Este enclave bucólico situado al noroeste del Condado de Londonderry enmarcó el que fue el primero de los naufragios –el 16 de septiembre- de un barco español en Irlanda. El fatídico protagonista fue la Trinidad Valencera, un enorme barco veneciano al mando de don Alonso de Luzón, comandante del tercio de Nápoles.

Aunque para el nombre del náufrago más famoso de la Armada: el capitán Francisco de Cuéllar. Este segoviano volvió a nacer cuando, sin saber nadar, sobrevivió al naufragio del Lavia, navegó junto a Juliana y Santa María del Visado se desintegró en la playa de Streedagh Strand, Condado de Sligo. Poco podría imaginar. Cuéntele que esa salvación no solo sería un principio de su aventura personal, sino también, gracias al relato que escribió en Amberes un año más tarde, el Km. 0 de una ruta para los paisajes de los Condados de Sligo y Leitrim. Porque el Cuéllar Trail es una oportunidad inolvidable para descubrir algunos lugares en los que Cuéllar vivió su odisea irlandesa. Ahí están el maravilloso arenal de Streedagh, los restos del castillo de O'Rourke donde Cuéllar encontró el cobijo, las ruinas del fuerte Rossclogher en las aguas del Lago Melvin, donde, con las cimas de las montañas Dartrys como telón de fondo, Victorioso junto a un puñado de compatriotas a 17 días de asedio inglés.
El barco de Cuellar no fue la única víctima de la Gran Tormenta del 21 de septiembre de 1588. El Gran Grin fue empujado por el tiempo hasta la Bahía de Clew, Condado de Mayo, que se embarca en el frente de la isla de Clare. Más de 200 hombres se ahogaron, mientras que el centenar que sobrevivieron, comandados por Don Pedro de Mendoza, se convirtieron en prisioneros de Dowdarra Roe O'’Malley. Hasta que pasados unos días decidieron escapar de la isla. La revuelta acabó con la vida de 74 españoles, don Pedro entre ellos.

Si hay un enclave irlandés en el que se percibe la huella española a primera vista, sin duda, Punto español, Condado de Clare, al sur de los acantilados de Moher. Aquí, donde un monolito inaugurado por Su Majestad don Juan Carlos I en 1988 recuerda el naufragio de San Esteban y el San Marcos, la leyenda tardía, y los autóctonos que recuerdan al referirse a Tuama na Spainteach ("la tumba de los") . Se trata de una obra de arte, donde la tradición está relacionada con los náufragos de esos dos barcos, ajusticiados sin clemencia por Boetius Clancy, representante de la corona inglesa en Clare.
Una última coordenada ineludible para reseguir la Invencible en Irlanda es la península de Dingle, Condado de Kerry. Su abrupto litoral fue el escenario de la lucha contra los elementos de barcos como el San Juan de Portugal de Juan Martínez de Recalde y el San Juan Bautista de Marcos de Aramburu. Refugiados en Blasket Sound, estos dos barcos sobrevivieron a la galería del 21 de septiembre y lograron volver a España. Menos fortuna tuvo en San Juan de Fernando Horra y Santa María de la Rosa. Este último, según Aramburu, "se hundió con toda la gente, sin que escapar persona personal". Se equivocaba. Sobrevivió Giovanni Manona, un joven que daría origen a una de las leyendas más fabulosas relacionadas con la Armada: el fabuloso tesoro de monedas que ha portado el Santa María. Hoy, el eco de ese tesoro sigue contándose con pasión en los pubs de Dunquin. Pero esa es otra historia ...

 

Francisco de Cuéllar-Naufragio en Irlanda

Después de naufragar en Streedagh, en una tragedia en la que murieron alrededor de 1.100 hombres, el capitán Francisco de Cuéllar sobrevivió al propio naufragio y luego a los asaltos que perpetraron los irlandeses a aquellos que conseguimos llegar a una tierra firme. Cruzó un pastel, casi desnudo y herido de gravedad, el noroeste de Irlanda durante siete meses. Resistió, junto a ocho españoles más, un ataque de 1.700 soldados ingleses. Logró viajar hasta Escocia y desde allí a Flandes, ya que pudo regresar a España después de sufrir otro naufragio.
Hoy viajamos con él a Irlanda para recorrer la Ruta de Francisco de Cuéllar (La ruta de Cuéllar), una propuesta de viaje para realizar tus próximas vacaciones en Irlanda y donde podrás visitar algunas zonas más bellas de toda la Isla Esmeralda

El capitan Francisco de Cuellar :

nació en Arnedo (La Rioja), ya que cuando las cosas se le ponían realmente mal invocaba a la Virgen de Hontanar (patrona de ese municipio) o bien en el pueblo que le dio su apellido, Cuéllar (Segovia). Sí sabemos que desde joven se enroló en la Armada, que luchó contra los franceses en Brasil y en la batalla de la isla Terceira en 1582; pero lo realmente increíble fue su epopeya irlandesa. Epopeya que narraría de su puño y letra en una carta mandada al Rey Felipe II y que conservamos a día de hoy.

 

Hoy los irlandeses, mucho más preocupados que nosotros por mantener viva la historia de aquellos marinos olvidados de la Armada Invencible, tienen habilitada y señalizada una ruta para recorrer en coche o en moto el camino que anduvo el Capitán Francisco de Cuéllar y que comienza, como no, en nuestro querido pueblo de Grange (el pueblo que conmemora todos los años un homenaje a todos los naufragios de la Armada Invencible.

1-Streedagh (Grange). Su naufragio
 
Fue, en la playa de Streedagh donde el 21 de septiembre de 1588 naufragó el barco donde iba a cargar el capitán Francisco de Cuéllar, la Lavia, junto a otros dos más, la Santa María del Visón y la Juliana.
Según sus propias palabras, el mar se alzó como para tocar el cielo y se incorporó a las tres naves contra la costa, de esta manera el espacio de una hora los tres barcos se despedazaron, ahogándose más de mil hombres, entre ellos mucha gente principal principal , capitanes y caballeros.
La playa de Streedagh es por sí misma absolutamente espectacular y merece la visita, aunque no te interese en absoluto la historia. El pueblo de Grange es además un sitio encantador lleno de gente amable y con ganas de charla.
No hay nada mejor que nunca, ni mucho menos, ni mucho menos, sinónimo de salvación. En la playa, los irlandeses salvajes, desnudaban y robaban a los náufragos, mientras que las tropas inglesas que ocupaban Irlanda se dirigía a toda la costa a un rematar a los supervivientes.
Cuéllar, a pesar de tener graves heridas en sus piernas, llegar a la playa, esconderse y pasar la noche a la intemperie. A la mañana siguiente intento buscar refugio en un pequeño convento que divisó a lo lejos ...dos los años un homenaje a los náufragos de la Armada Invencible).

2-Staad Abbey. Los doce españoles ahorcados.
 
Poco le duró la esperanza el capitán Francisco de Cuéllar de encontrar refugio en la pequeña abadía de Staad, a muy poca distancia de la playa de Streedagh. El monasterio había sido abandonado por los monjes debido a las fechorías del ejército inglés; Las imágenes de los santos han sido quemadas y doce españoles.
Las ruinas de la Abadía de Staad están muy cerca del lugar del naufragio y pueden visitarse, aunque no es aconsejable saltar la pequeña valla para proteger el ganado sin permiso del dueño (al que es posible ver por los alrededores). Estas ruinas son realmente conmovedoras, aunque el estudio local Joen McGowan ha sugerido (en marzo de 2017) que realmente la abadía y la cita Cuéllar es la iglesia de Ahamlish, al norte de la playa, en Grange, donde está la tradición popular el "Gáirdín a 'Bhádh" (el jardín de los ahogados). ¿Interesante, no?

Sin embargo, se trata de volver a la playa, donde se encuentran los hombres, los maestros y los adultos, Alonso y Baltasar, marineros de la Santa María del Visón. Llorando, se abrazaron. La playa permaneció repleta de cadáveres, llegando a ser parte de alguien en la playa excavando con sus propias manos.
Algunos compases de presencia en la imagen desgarradora, se apiadaron de ellos y se indica una ruta para llegar a un sitio seguro.
Cuéllar, malherido, no pudo seguir el ritmo de sus compañeros, que se adelantaron en su fuga.
Desde una colina divisó unas chozas de paja, para que tuviéramos que llegar hasta el fondo de un valle boscoso. Allí estaba, cuando cuatro personajes le abordaron y robaron su cadena de oro y unas reliquias que portaban en un pequeño escapulario. A pesar de maltratarlo y robarlo, también uno de ellos un ungüento para curar las heridas de su pierna y una dirección donde se encuentra un señor irlandés, un amigo de su rey Felipe II, fue acogiendo a los supervivientes de los naufragios. Era el territorio del Señor de O'Rourke.
El capitán Francisco de Cuéllar, a pesar de llamar "salvajes" a los irlandeses, siempre tuvo un tiempo más claro que el encuentro con los ingleses. Los salvajes irlandeses robaban, pero solían dejar a sus víctimas vivas y a su merced. Ahora bien, con este pobre bien se ensanaba, pues en la ruta que debe seguirse para ser asistido también en otro grupo de irlandeses que se funden a palos y lo dejaron en cueros y helados de frío.

3- El lago Glencar
 
Después de dos días de caminata renueva, durmiendo en cuevas y vestido con helechos y paja divisó un lago, el lago Glencar y en su orilla unas cabañas abandonadas. Una de ellas, la que mejor le ha servido para guarecerse le brindó, por fin, una alegría; el encuentro con los españoles supervivientes de un grupo de antaño náufragos y una cena a base de bayas y frutos del bosque.
El precioso entorno del lago Glencar tiene como estrella su hermosa cascada. El entorno es idílico si no vas desnudo, hambriento y con una pierna rota. Haz la prueba.

4-El castillo de O'Rourke y la tragedia del gerona.
 
Los cuatro españoles se dirigieron juntos hacia el territorio de O'Rourke, no sin antes recibir un auxilio de unos pocos católicos que cuidaron y curaron a Cuéllar de sus heridas. Deprimido y agotado en extremo, Cuéllar se mantiene casi inconsciente durante toda una semana cuidado por estas almas caritativas. Sus compañeros, los horarios de trabajo con las tropas inglesas, se desarrollaron en el camino de esta familia irlandesa.
Briand O'Rourke tenía por entonces un conjunto de supervivientes de los naufragios de la Armada Invencible en Irlanda, la mayor parte de ellos heridos y apenas vestidos. Las noticias de que el galeón de Girona iba a ser su rescate provocó la partida de algunos españoles hacia la costa. Cuéllar, a pesar de intentar llegar hasta él, no pudo hacerlo por su extrema debilidad. El pobre Girona, el maltrecho por los vendavales, no hizo sino recoger algunos de los documentos para el futuro inmediato, la tumba y más de doscientos marinos. En esta ocasión, la movilidad del capitán Francisco de Cuéllar le salvó la vida. De este naufragio, Cuéllar sería informado en los alrededores de la Calzada del Gigante.

5- Lurganboy
Perdido después de quedarse el último grupo de españoles que intentan ser socorridos por el Girona, agotado y pensando en el suicidio, se encuentra con un católico irlandés, siendo clérigo, se entiende con latín, lengua que cuéllar dominaba.
Le indicamos como dirigirse a un nuevo territorio dominado por señores beligerantes de los ingleses y hacia allí partió.
Lurganboy es una minúscula comunidad que cuenta apenas con una parada de autobús y en la zona de paso hacia el lago Melvin, que visitaremos en nuestra séptima parada.

6-Largydonnel. “Suelta el martillo, hideputa”
Increíblemente, Cuéllar sigue con la mala suerte en sus espaldas y es apresado por una pareja que se encuadra con el propósito de hacerle esclavo en su herrería. Como lo oyes, el capitán Francisco de Cuéllar es ahora esclavo de un herrero.
Permaneció allí, esclavo, casi dos semanas, hasta que el clérigo que tuvo que durar, durante el tiempo, por la herrería y, por el contrario, por su parte, mandó por el día a un grupo de personas mandados por la Maclanza (uno de los señores que, beligerantes con los ingleses , ayudándola a los españoles en su huida). Entre los que acudieron en su socorro se hizo también un español llamado Salcedo, que había naufragado en la costa de Donegal y que el herrero está disponible un martillear en la cabeza a Cuéllar para evitar su rescate, seccionó el yugular del maldito herrero mientras exclamaba un castizo: “Suelta el martillo, hideputa”.
Cerca de la oficina de correos de Largydonnel, apenas un caserío de 60 habitantes, y según la tradición local, un camino a la derecha del puente lleva a las ruinas de la antigua forja donde Cuéllar fue esclavizado.

7-El castillo de MacClancy, Rossclogher. Cuéllar descubre la cerveza y alguna cosa más.
Levantado en una isla en el extremo oeste de la costa sur del lago Melvin, el castillo tenía forma circular y estaba rodeado por gruesos muros. Situado en un entorno idílico, pose un patio central, una iglesia y un campanario.
Hasta allí lo acompañaron. Salieron y aparecieron en el resto de los españoles, ocho náufragos, a los que MacClancy (al que los españoles llamaban Manglana) brindaba su protección. Cenaron carne de vaca, cabrito, manteca de cerdo, pescado asado, bayas, leche agria, pan de avena y “una bebida turbia y áspera, con sabor a hierbas amargas”. Después de tanto sufrir, que menos que una cerveza ¿no ?.
Allí tenemos un capitán, recuperándonos al fin de sus penurias y empezando a demostrar un nuevo sus habilidades sociales. Encantador hombre del mundo, hablador y culto, hechizaba con sus narraciones y sus trucos, todo en el vecindario, y en especial ... al público femenino. Hasta la misma Enihm, esposa de MacClancy, no dejó de "tirarle los tejos".
Cómo no, ahora, no, nos parece cuadrar en nuestro estado Cuéllar, así que pronto veremos el nuevo resumen de nuevo en la desdicha.
El virrey inglés Fitz William había partido de Dublín hacia el norte de Irlanda con un ejercito de 1.700 hombres dispuestos a la caza de los náufragos de la Armada Invencible. MacClancy, conocedor de las represalias que esperaban por ayudar al enemigo español redirigir con todo su pueblo y su ganado a las montañas del norte del lago Melvin invitando a los españoles a acompañarlo.

Eso de la famosa frase española de que “¿a que no hay huevos?”, parece que ya se estilaba por entonces, porque incomprensiblemente Cuéllar y los otro ochos españoles acuerdan quedarse en el castillo para defenderlo. Tienen siete mosquetes, seis arcabuces, unas pistolas, alguna espada…y una despensa para resistir seis meses.

 

Los ingleses ya están a tiro de piedra del castillo. De hecho, ahorcan a dos náufragos apresados por ellos para intentar minar su moral. No pueden permitirse un ataque frontal en un entorno embarrado y apenas pueden irles lanzando algunas flechas y exclamando algunos insultos. Un empeoramiento del tiempo hace que, después de diecisiete días de asedio los ingleses abandonen su propósito.

 

Las noticias de la humillación inglesa se extendieron por toda Irlanda, MacClancy recuperó su castillo y llegó a ofrecerle a una de sus hermanas por esposa. Cuéllar, ya deseoso de volver a España declinó su matrimonio y una vida futura en tierras irlandesas y abandonó junto a cuatro de los españoles al clan McClancy, mientras que otros sus otros compañeros decidieron quedarse como guardas del señor irlandés y rehacer sus vidas en aquella comunidad.

 

Era ya enero de 1589 cuando el capitán Francisco de Cuéllar y sus compañeros emprendieron camino a la región del Ulster, desde donde poder embarcar hacia Escocia, como primer paso de su ansiada vuelta a España.

8- La Calzada del Gigante 

 

El 24 de enero de 1589 Cuéllar y sus compañeros deambulan por los alrededores de la Calzada del Gigante, un impresionante paisaje volcánico en las orillas del Ulster.

 

Allí conocieron la desgracia del Girona, navío de la Gran Armada que había naufragado 3 meses antes y que, con una tripulación de 1.300 hombres (había recogido a los náufragos de otros dos barcos de la Armada Invencible) había dejado sólo 5 supervivientes. Los lugareños le enseñaron las joyas saqueadas de aquél infausto botín.

 

La calzada del Gigante es un auténtico museo natural esculpido por columnas de basalto. De visita obligada junto al Ulster Museum de Belfast, donde hay una magnífica colección de objetos recuperados del Girona.

9-El castillo de Dunluce.

 

Sus compañeros que habían decidido separarse de él para buscar un puerto (recuerda que nuestro capitán va casi totalmente cojo desde hace ya cuatro meses) y Cuéllar estuvo casi con toda seguridad deambulando por las cercanías del castillo de Dunluce, hoy unas evocadoras ruinas que el mar se encargó de labrar debido a estar colgado prácticamente de un acantilado.

 

Las ruinas de este castillo son muy populares y el entorno es una auténtica preciosidad, pero ten en cuenta que tanto la Calzada del Gigante como Dunluce Castle son muy turísticas y suelen estar muy concurridas.

10-Castleroe

 

Recibió cobijo en la comunidad del señor Ockan O’Cahan, en el pueblo de Castleroe, en las que unas mujeres se ocuparon de cuidarlo durante al menos un mes y medio. Nuestro cojo conquistador nos habla de la hermosura de sus mozas y de la mucha amistad que con ellas mantuvo. Pillín, pillín.

 

Pero una vez más, los ingleses no cejan de su empeño de “cazar” españoles, las noticias vuelan y el territorio está lleno de ingleses. In extremis, Francisco de Cuéllar tendrá que abandonar los cuidados femeninos por nuevas jornadas de huida entre montañas. Su salud recuperada después de tantos mimos le permite hacer ahora jornadas de 30 kilómetros en un día.

11-Binevenagh. Cuéllar salvado por el obispo. 

 

Conocedor de que un obispo católico, Redmond O’Gallagher, estaba protegiendo a algunos compañeros de la Felicísima Armada, en la zona costera de la desembocadura del rio Foyle se dirigió hacia allí en busca de protección.

 

Otros doce españoles estaban allí, tratados con simpatía y generosidad y con servicio de misa diario. Allí esperó durante seis días los preparativos de un barco que los debería de llevar a Escocia en una travesía de dos días.

 

La zona de Binevenagh es conocida por sus preciosos paisajes para el senderismo y declarada zona de especial belleza paisajística.

12-Magilligam Point. Vamos, que nos vamos.

 

Al fin un barco para comenzar el retorno. Embarcando en Magilligam en una tradicional barcaza irlandesa (un curragh), hecha con un bastidor de madera recubierta de cuero pero que al menos flotaba, el capitán Francisco de Cuéllar junto a diecisiete compañeros parten hacia Escocia. Era un día de principios de abril de 1589.

13-La aventura continúa

 

Y hasta aquí la aventura de Cuéllar en Irlanda, y digo en Irlanda porque la pequeña barcaza irlandesa fue desviada por una tormenta hacia las islas Shetland, donde tuvieron que reparar durante dos días ese cascarón para luego llegar hasta Escocia.

 

Escocia no les brindó la ayuda que ellos esperaban, los escoceses se mostraron indiferentes con ellos y no estaban dispuestos a darles ninguna ayuda. Tan sólo algunas familias nobles católicas se prestaron a ello.

 

Una vez que consiguieron contactar por correo con el Duque de Parma, un mercader escocés que residía en Flandes fue contratado para llevarlos a Flandes. Era septiembre de 1589, justo un año después del naufragio de su barco en la playa de Streedagh, cuando el capitán Francisco de Cuéllar embarca con destino a Flandes.

 

El 22 de septiembre de 1589 los cuatro bajeles contratados por Parma para su regreso a Flandes fueron atacados por barcos enemigos holandeses. Dos de ellos fueron hundidos y en el que viajaba Cuéllar naufragó en los bancos de arena de la costa. Una vez más, Cuéllar salva su vida agarrándose a un madero para llegar a la costa. Ha naufragado dos veces en un año.

 

A partir de ahí su vida como militar, a las órdenes de Alejandro Farnesio, lo llevará entre 1589 y 1598 a París, Calais, el sitio de Hults…Entre 1599 y 1600 pasará a estar bajo el mando del duque de Saboya y en 1600 pasará a Nápoles bajo el mando del virrey de Nápoles el Conde de Lemos.

 

En 1601 fue nombrado capitán de infantería en un galeón con destino a las Antillas y en 1602 hacia América en la flota de don Luis Fernández de Córdova.

 

Entre 1603 y 1606 residió en Madrid y es posible que volviese al nuevo continente en 1607, aunque le perdimos la pista y desconocemos si tuvo hijos y dónde y cuando murió…

 

Conocemos mucho de el capitán Francisco de Cuéllar gracias a conservar su carta a Felipe II, lo increíble es pensar que, a pesar de que parezca increíble, muchos de sus compañeros naúfragos de la Armada Invencible en Irlanda vivieron odiseas similares, con finales dispares y de los que, desafortunadamente no tenemos ni tendremos noticias.


Personajes Relacionados

Felipe II - Duque de Medina Sidonia - Duque de Parma - Hurtado de Mendoza - Baltasar de Zúñiga - Recalde - Isabel I - María Estuardo

Francis Drake - John Hawkins.


noticias frescas

Una ‘fake news’ derrotó a la Armada Invencible

La BBC emite un reportaje admitiendo el mayor bulo de la historia de Inglaterra y cómo el mito de la batalla ha sido utilizado por monarcas, artistas y políticos hasta la actualidad

Representación de la Armada Invencible atribuida al pintor inglés Nicholas Hilliard. En vídeo, el tráiler del programa.

Ni Isabel I de Inglaterra arengó a sus tropas desde las riberas del Támesis, en Tilbury, antes de enfrentarse a la Armada Invencible -que ni siquiera se llamaba así- en 1588, ni Drake hundió la flota de Felipe II -apresó un barco que estaba dañado porque había colisionado con otro-, ni el monarca español intentó invadir Gran Bretaña porque odiase a la monarca inglesa. Todo es absolutamente falso como ha reconocido hace unos días la serie televisiva de la BBC Royal History’s Biggest Fibs (Los mayores bulos de la historia real), presentado por la historiadora y periodista Lucy Worsley. Es más, Inglaterra intentó un contraataque un año después -la llamada Contra Armada, mayor que la Invencible- y terminó en un absoluto fracaso: más de 20.000 bajas, tres cuartas partes del contingente militar. Pero lo ocultaron,

El año pasado el historiador Luis Gorrochategui -autor del libro Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra, publicado por el Ministerio de Defensa y en inglés por Bloomsbury- defendió en el I Congreso Internacional La Armada Española de 1588 y la Contra Armada Inglesa de 1589 que la reina de Inglaterra había perdido su particular guerra contra Felipe II. Afirmó que toda la versión oficial inglesa era completamente falsa. De proa a popa. Y que, además, se ocultaba que la Contra Armada británica fue un desastre absoluto con miles de muertos en mar y tierra. La BBC, a raíz de esa polémica, encargó el reportaje que forma parte de una miniserie de tres capítulos sobre falsedades históricas. Su conclusión es que el relato oficial de lo ocurrido con la la Armada Invencible fue "un poderoso legado que fue manipulado por monarcas, artistas y políticos [británicos] durante siglos”.

Worsley recuerda que la “derrota de la armada española es a menudo tomada como la coronación del mayor logro de la Isabel I, un momento dorado que define la historia de Inglaterra, un momento que convirtió a sir Francis Drake y a la reina virgen en iconos del principio del imperio británico. Pero esta historia está llena de exageraciones, de distorsiones y de grandísimos bulos”.

Este falso relato comienza cuando la reina y Drake jugaban a los bolos en Plymouth y fueron avisados de la llegada de los 130 barcos españoles. Drake, según la leyenda, se giró hacia Lord Howard, comandante de la armada británica, y afirmó: “Nos queda tiempo para acabar la partida y golpear a los españoles”. Sin embargo, explica Worsley, “es una auténtica fabulación”. A pesar de ello, este relato entró en los libros de historia 150 años después.

La historia de la Armada española, sostiene el documental, “fue manipulada desde el principio”. Se plasmó como una “batalla personal entre dos enemigos, Felipe e Isabel. “Se ha descrito como si Felipe II odiase a Isabel, pero olvidando que fue durante cuatro años rey de Inglaterra, y que la auténtica rival de Isabel era María, su medio hermana, la católica reina de Escocia".

En 1558, cuando Isabel llegó al trono devolvió al reino a la fe protestante, pero la Corte estaba dividida. “El papa entonces pidió a Felipe II que declarase la guerra a Inglaterra, pero este lo rechazó, hasta que Drake comenzó a asaltar puertos y ciudades españolas" sin una declaración de guerra. “Isabel, además, envió 6.000 soldados para respaldar la revuelta protestante en los Países Bajos, lo que significaba apoyar a los que se habían rebelado contra España. “Isabel provocó la reacción española”, señala la historiadora.

A finales de julio de 1588, la Armada llegó a las costas inglesas. “Básicamente se difundió que se trataba de un enfrentamiento entre Goliat y un pequeño perro valiente que quería evitar que se llenasen de sangre las calles de Londres". Pero ni siquiera fue la flota más grande enviada contra Inglaterra. “Fue mayor la de los normandos en 1066 y la de los franceses de 1545. La flota española tenía problemas de suministro y de enfermedades, por lo que su comandante, el duque de Medina Sidonia, le pidió al rey retrasar la partida [desde A Coruña], pero Felipe II se lo negó".

Gracias al temporal desatado durante la batalla, que hacía colisionar a los barcos españoles, Drake consiguió capturar uno, el Rosario. “Fue el cantautor Thomas Deloney quien puso letra a las canciones que magnificaban la captura”, afirma en el reportaje Christopher Marsh, de la Universidad Queen`s Elisabeth Belfast. “Sí, fue una fake news, pero está basada en hechos reales. Se magnificó el poder de la armada española ante un pequeño perrito, y no se dice que el Rosario había chocado con otro barco español”. Aun así, en la versión oficial inglesa, los británicos atacan a los españoles, hunden sus barcos y estos aterrados o dispersados por los vientos parten hacia Escocia e Irlanda mientras la reina lanza un discurso a sus tropas desde las costas de Tilbury. “Pero este famoso discurso está lleno de agujeros temporales. Cuando lo pronunció [si es que lo hizo], la batalla ya habría acabado y la armada española ya se había marchado”.

Fue un poeta llamado James Aske, autor del poema Isabel triunfante, el que sitúa a Isabel en Tilbury antes de la batalla. Sin embargo, el bardo no hace referencia alguna al supuesto discurso, sino que este aparece por primera vez 35 años después. Lo escribió un capellán que había estado en Tilbury. “A pesar de ello el discurso de la reina entró en la historia -"yo puedo tener el cuerpo de una débil y endeble mujer, pero tengo el corazón y el estómago de un rey"- y se ha repetido en discursos y hasta en anuncios de apoyo, por ejemplo, a la selección femenina inglesa de fútbol”. La Armada española, en realidad, perdió 22 barcos y la mayoría fue por el temporal. “Pero este hecho fortuito también fue aprovechado por los ingleses para explicar que Dios estaba de su lado, del lado protestante", señala en el reportaje.

“El término Armada Invencible fue inventado, además, por los ingleses, los españoles jamás lo utilizaron, aun así se imprimieron numerosos panfletos señalando que Felipe II la denominaba de esa manera. Los soldados ingleses que participaron en la batalla nunca fueron recompensados y se amenazó con la cárcel a quien reclamase la paga. “La mitad de los hombres que lucharon contra los españoles murieron de enfermedades o de hambre”, dice Worsley, que recalca que la realidad es que España siguió dominando los mares otros 50 años".

La victoria se ha utilizado como aglutinante nacional en momentos de crisis políticas o militares. En 1592, Lord Howard Effigham encargó unos grandes tapices para conmemorarla. Los colocó en su casa para representar la “victoria a gran escala [cada uno media 36 metros cuadrados]". En 1616, se los vendió al rey Jaime y este los colgó en Westminster, con lo que ya formaron parte “de la mitología inglesa”. Siglos después, en época de la reina Victoria -con el imperio en su auge- se levantaron numerosas estatuas en recuerdo de Drake e Isabel por todo el país. Winston Churchill y Margaret Thatcher también redactaron discursos patrióticos utilizando el mismo falso recurso.

La historia, no obstante, no acaba ahí. Isabel envío en 1589 180 naves -50 más que la Invencible- contra las costas españolas. El desastre fue absoluto. Más de 20.000 muertos y heridos de los 27.667 que componían la expedición. Pero hoy los ingleses han olvidado esta historia. Por eso, la Armada Invencible permanece inspirando un mito nacional que tranquiliza en tiempos de crisis” y el “drama nos da confianza para creer en nosotros mismos”. “¿Nuestra propaganda fue mejor?”, pregunta Worsley a Gorrochategui en el reportaje. A lo que este responde: “Yes, absolutely”.

 



*La Contra Armada Inglesa*

 

Pocos saben como la historia de María Pita está ligada a una expedición olvidada de la historia, la Contra armada inglesa. En 1589, al año siguiente de que la llamada “Armada Invencible” no consiguiera trasladar a los Tercios de Flandes a Inglaterra, los ingleses prepararon un contundente contraataque con el que acabar con los galeones españoles; la gran mayoría de estos habían conseguido regresar a los puertos del Cantábrico, donde se encontraban en reparación y no podían ofrecer una defensa efectiva de las poblaciones de la costa. El promotor fue el célebre corsario Francis Drake, que propuso una gran expedición con varios propósitos: conquistar un puerto peninsular que les sirviera de base al ejército inglés que debería de fomentar la insurrección de Portugal.

Hacía solamente dos décadas que Felipe II era rey de Portugal y los ingleses tenían la esperanza de que el Prior de Crato —miembro de la familia real portuguesa que se aspiraba a ser proclamado rey— podría                                                                            volver a reinar allí si le ayudaban.

 

Drake esperaba poder conseguir en las poblaciones de España un gran botín; además, esperaban recibir grandes recompensas por provocar un cambio en el trono de Portugal. Para tan ambicioso proyecto reunieron a lo que la historiografía denominó la Contra armada por tratarse de la mayor escuadra que hasta entonces hubiera navegado bajo pabellón inglés y por organizarse inmediatamente después que la Gran Armada de Felipe II.

Por su enorme tamaño la Contra armada fue una expedición financiada como una empresa mercantil con el extraordinario capital de 80.000 libras. Estuvo compuesta por 120 embarcaciones inglesas y holandesas de distintos tipos; llevaban a bordo 23.375 personas, de las cuales diecinueve mil eran soldados al mando del mariscal Sir John Norreis. Éste era por aquel entonces el militar más prestigioso de Inglaterra e iba acompañado por su hermano y por Francis Drake como comandantes navales. También les acompañaría el Prior de Crato con numerosos caballeros portugueses que le habían acompañado al exilio.

 

 El día trece de abril de 1589 los barcos de la Contra armada zarparon en dirección a la Península desde distintos puertos del sur de Inglaterra. A finales de mes la flota penetró en la ría de La Coruña donde permanecían recuperándose de las penalidades sufridas once compañías de soldados y cinco maltrechos navíos, supervivientes todos ellos   de la Armada Invencible.

 

 

 

Los barcos españoles debieron de internarse en la ría de Ferrol, situándose detrás del castillo de San Felipe para evitar así ser capturados por una flota inmensamente superior. En los días siguientes los ingleses comenzaron su aproximación por tierra hacia la ciudad, enfrentándose en el puente de O Burgo con las tropas españolas; estas les rechazaron hasta tres veces. El comandante de la Contra armada —Henry Norreis, hermano del mariscal— resultó gravemente herido.

Finalmente las tropas inglesas consiguieron organizar el asedio a Coruña. Comenzaron asaltando los arrabales de la ciudad por la llamada zona de La Pescadería (que es el istmo situado entre la playa de Orzán y la actual dársena de la marina). A continuación sus bombardeos consiguieron hacer una brecha en la muralla medieval que defendía la llamada “ciudad vieja”, y en cuyo extremo está el castillo de San Antón. El día 14 de mayo los ingleses penetraron por la brecha que habían provocado en la muralla, causando una gran mortandad entre los defensores.

El valiente alférez inglés que iba de abanderado consiguió escalar la muralla, desde donde se puso a animar a los soldados que le seguían. Por allí se encontraba auxiliando a un herido María Pita, una mujer de veinticuatro años que acababa de ver morir a su marido, el alférez Gregorio de Recamonde. Al darse cuenta del peligro María cogió un arma, se dirigió hacia el alférez inglés, lo mató y le quitó la bandera. Al grito de “Ayudadme a echarlos de aquí, quien tenga honra, que me siga” María Pita consiguió animar a los decaídos defensores, que acabaron por rechazar a los ingleses.

Cinco días después, incapaces de conquistar la ciudad, los ingleses volvieron a embarcarse. La Contra armada había perdido en el ataque cuatro barcos y 1.300 muertos. Sin perder el ánimo, los ingleses se dirigieron a la ciudad pesquera de Vigo, que carecía de fortificaciones y de una guarnición; por ello consiguieron saquearla e incendiarla impunemente, hasta que unas tropas procedentes de Portugal les derrotaron, obligándoles a reembarcarse. Con muy escaso botín, varios barcos naufragados y quinientos bajas adicionales, la Contra armada se dirigió hacia el sur, saqueó la pequeña isla de Porto Santo (Madeira). Al regresar con poco más de la mitad de embarcaciones y con solo 30.000 libras de botín, las críticas de varios comandantes de la Contra armada forzaron la apertura de una investigación sobre Drake y Norreis. A resultas de esta, Francis Drake se pasaría los siguientes seis años en el modesto cargo de comandante de las defensas del puerto de Plymouth, hasta que fue perdonado y recibió un nuevo mando de barcos. Nunca se volvió a organizar una empresa mercantil para lanzar una expedición de conquista en Europa.

María Mayor Fernández de Cámara y Pita, conocida por el más manejable nombre de “Maria Pita”, llegaría a tener dos maridos más (el alférez Gregorio había sido el segundo esposo) y no se desposó más veces porque así se lo pidió su cuarto marido en su testamento. A partir de entonces María Pita vivió de una pensión que le había concedió el rey Felipe II y murió en 1643, a los setenta y ocho años de edad.

 


Ataque a Lisboa (26 de mayo-16 de junio de 1589)

Con unos precedentes poco halagüeños, finalmente la flota inglesa fondeó en la ciudad portuguesa de Peniche el 26 de mayo de 1.589 e inmediatamente comenzó el desembarco de las tropas expedicionarias comandadas por Norreys. Pese a no contar con resistencia de consideración, los ingleses perdieron 80 hombres y unas 14 barcazas debido a la mala mar. Inmediatamente la fortaleza de la ciudad, bajo mando de un seguidor de Crato, se rindió a los invasores. Acto seguido, el ejército comandado por Norreys, compuesto a aquellas alturas de la misión por unos 10.000 hombres, partió rumbo a Lisboa, defendida mayormente por una guardia teóricamente poco afecta a Felipe. Paralelamente, la flota comandada por Drake también puso rumbo a la capital portuguesa. El plan consistía en que Drake forzaría la boca del Tajo y atacaría Lisboa por mar, mientras Norreys, que iría reuniendo adeptos y pertrechos por el camino, atacaría la capital por tierra para finalmente tomarla.

Pero lo cierto es que el ejército inglés tuvo que soportar una durísima marcha hasta llegar a Lisboa, siendo diezmados por los constantes ataques de las partidas hispano-portuguesas, que les causaron cientos de bajas, y por las epidemias que ya traían de los barcos. Además, las autoridades españolas habían vaciado de materiales y pertrechos utilizables por los ingleses todos los pueblos entre Peniche y Lisboa. Por otro lado, la esperada adhesión de la población portuguesa no se produjo nunca. Más bien al contrario, la población civil lusa hizo el completo vacío a las tropas inglesas, y en todo el camino hacia Lisboa los ingleses no consiguieron sumar más que unos 300 hombres. En realidad, parece que para los portugueses de a pie, los supuestos libertadores no eran más que unos herejes que llevaban años saqueando sus costas y atacando sus barcos pesqueros y mercantes. Por otro lado, los ingleses no contaban más que con 44 caballos, por lo que tenían que transportar la mayor parte del material haciendo uso de los soldados. Al llegar los ingleses a Lisboa, tras haber recorrido 75 kilómetros infernales, su situación era dramática porque carecían de medios para forzar su entrada en la capital. Les faltaban pólvora y municiones, no tenían caballos ni cañones suficientes y se les habían agotado los alimentos.

Sorprendentemente para los ingleses, la ciudad no solo no daba muestras de pretender rendirse, sino que se aprestaba a la defensa. La guarnición lisboeta estaba compuesta por unos 7.000 hombres entre españoles y portugueses. Si bien las autoridades españolas no confiaban totalmente en las tropas portuguesas, nunca llegaron a producirse levantamientos ni motines. Por otra parte, en el puerto fondeaban unos 40 barcos de vela bajo mando de Matías de Alburquerque, y las 8 galeras de la escuadra de Portugal, bajo mando de don Alonso de Bazán (hermano del ilustre marino español), se preparaban para el combate.

Inmediatamente las galeras de Bazán atacaron a las fuerzas terrestres inglesas desde la ribera del Tajo causando numerosas bajas a los invasores con su artillería y con el fuego de mosquetería de las tropas embarcadas. Los ingleses buscaron refugio en el convento de Santa Catalina, pero fueron acribillados por la artillería de la galera comandada por el capitán Montfrui, y se vieron forzados a salir y continuar la marcha bajo un fuego incesante. La noche siguiente, los soldados de Norreys montaron su campamento en la oscuridad para evitar ser detectados por las temibles galeras. Al no conseguir localizar la posición de las tropas invasoras, Alonso de Bazán ordenó simular un desembarco echando varios botes al agua, indicando a sus hombres que hiciesen el mayor ruido posible, que disparasen al aire y gritasen, lo cual provocó inmediatamente la alerta y la confusión en el campamento inglés, que se preparó para la defensa. Las galeras españolas distinguieron en la oscuridad los fuegos de las antorchas y las mechas encendidas de las armas inglesas, por lo que Bazán ordenó concentrar el fuego de sus barcos en las luces, lo que provocó una nueva matanza entre los ingleses.

Al día siguiente, Norreys intentó asaltar la ciudad por el barrio de Alcántara, pero de nuevo las galeras acribillaron a las tropas inglesas forzándolas a dispersarse y retirarse para ponerse a cubierto, tras haberles causado un gran número de muertos. Tras conocerse que algunos habían vuelto a buscar refugio en el convento de Santa Catalina las galeras abrieron de nuevo fuego contra el edificio forzando a los atrincherados a salir y matando a muchos de ellos. Posteriormente, los prisioneros ingleses relatarían el pavor que les producían las galeras de Bazán, responsables de un enorme número de bajas entre sus filas. Finalmente Bazán desembarcó 300 soldados para atacar desde tierra al maltrecho ejército inglés.

Durante los combates, la pasividad de Drake que no se decidía a entrar en batalla provocó un aluvión de reproches por parte de Norreys y Crato que lo acusaron de cobardía. Drake alegaba que no tenía posibilidades de entrar en Lisboa debido a las fuertes defensas y al mal estado de su tripulación. Lo cierto es que mientras las tropas terrestres llevaban todo el peso de la batalla, el almirante inglés se mantenía a la expectativa, bien porque realmente no pudiese hacer nada, bien porque estuviese esperando el momento adecuado para entrar en batalla cuando la victoria fuese segura y recoger los laureles.

En cualquier caso, el 11 de junio entraban en Lisboa otras nueve galeras de la escuadra de España, bajo mando de Martín de Padilla transportando a 1.000 soldados de refuerzo. Esto supuso el punto de inflexión definitivo en la batalla, y el 16 de junio, siendo ya insostenible la situación del ejército inglés, Norreys ordenó la retirada. Inmediatamente se ordenó a las tropas hispano-lusas salir en persecución de los ingleses. Si bien no se registraron combates de entidad, las tropas ibéricas hicieron numerosos prisioneros que iban quedando rezagados y se apropiaron de gran cantidad de pertrechos ingleses. Sorprendentemente, también se hicieron con los papeles secretos de Antonio de Crato, que incluían una lista con los nombres de numerosos conjurados contra el Imperio Español.

 


Persecución de la armada inglesa

Tras la dura derrota sufrida por el ejército de Norris, Drake decidió abandonar con su flota las aguas lisboetas y adentrarse en el Atlántico. Por su parte, los marinos españoles se dispusieron para la persecución del enemigo.

La flota de galeras podía hacer mucho daño a una formada por veleros: la ausencia de viento. Esta circunstancia dejaba a los barcos de vela prácticamente inmóviles, sin capacidad de maniobra y al capricho de las corrientes marinas. En cambio, las galeras podían utilizar su propulsión a remo para maniobrar y situarse a popa del velero, batiéndolo con su escasa artillería de modo que los proyectiles atravesasen el velero longitudinalmente causando grandes estragos y sin exponerse a los cañones situados en el costado enemigo. En cualquier caso, esta maniobra era extremadamente arriesgada, pues la aparición repentina del viento podía permitir al velero ponerse de costado a la galera atacante y destrozarla gracias a su abrumadora superioridad artillera.

De este modo, Padilla partió el 20 de junio tras la flota inglesa al mando de 7 galeras. Los españoles mantuvieron la distancia con la flota enemiga, esperando un golpe de fortuna que dejase a los ingleses sin viento y permitiese atacarlos y destruirlos. El comandante español estaba preocupado por los planes de Drake, y temía que su intención fuese volver sobre Cádiz para a atacarla como ya había hecho en 1.587. Durante la noche, Padilla se adentró entre la flota enemiga, y envió a un capitán inglés católico a bordo de un esquife para ponerse en contacto con los marinos ingleses y tratar de averiguar sus planes. La única información que pudieron obtener fue que las tripulaciones inglesas se encontraban enfermas y desmoralizadas.

Los vientos flojos impedían a los ingleses alejarse de las costas portuguesas, y finalmente llegó a los españoles la oportunidad que estaban esperando. Con vientos muy débiles que impedían maniobrar a los veleros, las galeras se lanzaron a la caza. Padilla ordenó a sus barcos formar en hilera y atacar a los buques enemigos que se encontraban descolgados de la formación. Así, la fila de galeras iba situándose a popa de los buques ingleses, y batiéndolos sucesivamente con su artillería se iban relevando unas a otras a medida que se recargaban los cañones. Por su parte, las tropas embarcadas batían las cubiertas inglesas con su mosquetes. Debido a la imposibilidad de defenderse o huir, los barcos ingleses atacados sufrieron un terrible castigo, siendo finalmente apresados 4 buques de entre 300 y 500 toneladas, un patache de 60 toneladas y una lancha de 20 remos. Durante los ataques murieron unos 570 ingleses, y unos 130 fueron hechos prisioneros.

Entre éstos últimos se contaban tres capitanes, un oficial de ingenieros y varios pilotos. Por su parte, los españoles solo lamentaron dos muertos y 10 heridos. Pero una ligera brisa comenzó a soplar de nuevo, por lo que Drake, que había sido un mero testigo del ataque pudo maniobrar con su buque insignia, y seguido por otras cuatro embarcaciones mayores se dirigió hacia las galeras españolas que trataban de remolcar sus presas de vuelta a Lisboa. Los españoles decidieron entonces quemar los buques de mayor tamaño y hundir a cañonazos los más pequeños, hecho lo cual se retiraron manteniendo las distancias con los grandes veleros enemigos, que no pudieron alcanzarlos.

A eso de las 5 de la tarde comenzó a soplar un fuerte viento, por lo que los ingleses largaron velas y pusieron rumbo al Norte. Tras esto, Padilla, muy preocupado por el peligro que corría Cádiz, y a pesar de haber recibido tres nuevas galeras de refuerzo, decidió abandonar la lucha y poner rumbo a la ciudad andaluza para participar en su defensa llegado el caso. Por su parte, Alonso de Bazán decidió relevar a Padilla con varias galeras de la escuadra de Portugal y continuar con la persecución, apresando tres buques ingleses más durante los días siguientes.

 

 


Las Azores el final de la Contra-armada

Drake puso rumbo entonces a las islas Azores, para tratar de conseguir el último de los objetivos acordados al planearse la expedición, pero sus fuerzas estaban ya muy mermadas, y fueron rechazados sin grandes dificultades por las tropas españolas destacadas en el archipiélago. Perdida la ventaja de la sorpresa inicial, con las tropas de desembarco fueron diezmadas por los combates y la tripulación cada vez más cansada y afectada por enfermedades (sólo quedaban 2.000 hombres capaces de luchar), se decidió que el objetivo de formar una base permanente en las Azores no era posible.

Tras otra tormenta que provocó nuevos naufragios y muertes entre los ingleses, Drake saqueó la pequeña isla de Puerto Santo en Madeira, y ya en las costas gallegas, desesperado por la falta de víveres y agua potable se detuvo en las Rías Bajas de Galicia para, el 27 de junio, arrasar la indefensa villa de Vigo, que en aquella época era un pueblo marinero de unos 600 habitantes, a pesar de lo cual, la resistencia de la población civil causó nuevas bajas a los atacantes.

Entro el corsario Lutherano Francisco Draques general de la armada Inglesa. Enbiada por la Reyna Isabela Lutherana (…) en esta ría de Vigo con doscientas y trece velas grandes y pequeñas el cual venia de haber estado sobre la Coruña la cual no pudo tomar escepto que quemo y asolo la pescadería y benia de estar sobre Lisbona y llego con doce mill ynfantes hasta los muros de ella y se retiro y de la retirada vino á esta dicha Villa la cual ocupó dende Boças asta Remde dejando en las yslas de Sias 20 naves en retaguardia y echó seis mil peones en tierra la mayor fuerza desenbarco en el cabron de Teys, y la mas por Sta. Martha y Coya y tomaron y ocuparon nuestra Sra. del Castro y entraron en la Villa sin resistencia y la saquearon y quemaron la Iglesia mayor y las mejores casas de la villa asta quinientas y setenta casas y no murieron sino dos mujeres desta villa, mas antes los del pueblo que se retiraron mataron dende la gandariña y por circunloquio de la villa asta trescientos lutheranos“. Descripción recogida en los libros parroquiales por Gregorio Servido, prior de Vigo, en 1589.

Al tenerse noticia de la llegada de tropas de milicia bajo mando de don Luis Sarmiento, los ingleses reembarcaron. Tras numerosas deserciones y un nuevo brote de tifus, Drake decidió dividir la expedición. El propio Drake, al mando de los 20 mejores bajeles regresaría a las Azores para tratar de apresar la flota de indias española, mientras que el resto de la expedición regresaría a Inglaterra. Essex recibió orden de Isabel de volver a la corte y Norris decidió también poner rumbo a Inglaterra.

El 30 de junio Drake capturó una flota de barcos comerciales hanseáticos, que habían roto el bloqueo inglés rodeando las islas por Escocia. Pero aquello no sirvió para sufragar los gastos de la expedición porque para acallar las protestas de las ciudades de la Hansa, esos navíos tuvieron que ser devueltos con sus mercancías a sus legítimos propietarios. Antes de conseguir llegar de nuevo a las Azores, otro temporal obligó al almirante inglés a retroceder, momento en el que se dio por vencido y ordenó poner rumbo a Inglaterra.

Mientras la flota inglesa navegaba dispersa debido las tempestades y a la escasez de dotaciones en los navíos, Diego Aramburu recibió la noticia de que el enemigo navegaba en pequeños grupos por el Cantábrico camino de Inglaterra por lo que inmediatamente partió de los puertos cantábricos al mando de una flotilla de zabras a la busca de presas, consiguiendo finalmente capturar dos buques ingleses más, que remolcó a Santander. La retirada inglesa degeneró en una carrera individual en la que cada buque luchaba por su cuenta para llegar lo antes posible a un puerto amigo.

La indisciplina dominó hasta el final en la flota inglesa. Al arribar Drake a Plymouth el 10 de julio con las manos vacías, habiendo perdido a más de la mitad de sus hombres y numerosas embarcaciones, y habiendo fracasado absolutamente en todos los objetivos de la expedición, la soldadesca se amotinó porque no aceptaban los cinco chelines que como paga se les ofreció. Y tan mal cariz tomó la protesta que para reprimirla las autoridades inglesas ahorcaron a 7 amotinados.

 

Secuelas:

De 18.000 hombres que formaron aquella flota de invasión descontados los numerosos desertores, sólo 5.000 regresaron vivos a Inglaterra. Es decir, más del 70 por 100 de los expedicionarios fallecieron en la operación. Entre la oficialidad, las bajas mortales también fueron muy altas: el contraalmirante William Fenner, ocho coroneles, decenas de capitanes y centenares de nobles voluntarios murieron debido a los combates, los naufragios, y las epidemias de aquella empresa. A las pérdidas humanas hay que añadir la destrucción o captura por los españoles de al menos 12 navíos, y otros tantos hundidos por temporales. Además de esto, los ingleses perdieron también al menos 18 barcazas y varias lanchas.

 

 


Drake Ataca las Canarias

La expedición no pudo empezar de peor forma. En contra de la opinión de Hawkins, Drake ordenó atacar las Canarias y abastecerse allí antes de dirigirse al Caribe. Calculaba el pirata inglés tomar Las Palmas –defendida por apenas 1.000 hombres, la mayoría civiles– en cuestión de cuatro horas, pero los defensores rechazaron sin dificultad el primer desembarco. Con 40 muertos y numerosos heridos, la escuadra inglesa estimó inútil gastar más soldados en algo que iba a ser supuestamente sencillo pero no lo era. La captura de un capitán inglés en este tropiezo por las Canarias reveló las intenciones británicas y permitió dar aviso a las autoridades españolas del otro lado del charco.



Ataque a Veracruz 

Francis Drake consiguió su fama como militar saqueando los puertos españoles en el Caribe cuando Inglaterra y el Imperio español ni siquiera estaban oficialmente en guerra. Bajo el mando de su primo segundo John Hawkin, aprendió con solo 13 años lo rentable que resultaba atacar los puertos españoles aprovechando las deficientes defensas hispanas y el lucrativo negocio del contrabando de esclavos. Lo cual no evitó que sufriera en persona una derrota de envergadura en esos años. En 1567, Hawkins realizó su tercera acometida contra las posesiones hispánicas. Tras hacerse con 450 esclavos en Guinea y Senegal, puso rumbo al Caribe al frente de seis barcos, entre los que estaba «El Judith», capitaneado por Drake. Una tormenta los obligó a dirigirse a Veracruz, donde, haciéndose pasar por la armada española, forzaron al virrey Martín Enríquez de Almansa a entregarles suministros. Para su desgracia, a los pocos días arribó en Veracruz la auténtica armada española. Cuatro buques piratas fueron hundidos, 500 tripulantes abatidos y las ganancias del contrabando de esclavos capturadas casi en su totalidad. Drake y su primo pudieron escapar de milagro. Estaban resueltos a remediar en los siguientes años aquella humillación.

Ataque en Portobello

El caso es que en esta última aventura del corsario Inglés, a estos dos parece que de un lado la disentería. Como de otro, la buena defensa de los españoles en los intereses de la isla, les estaban dando bien por saco a los piratas británicos.En el lado español, las defensas en Panamá estaban al mando de Don Alonso de Sotomayor (1545-1610), soldado de mucha experiencia, que fue enviado allí por el Virrey del Perú y nombrado capitán general . Al final la intendencia y la fuerza de las defensas españolas supusieron todo un muro para el pirata inglés. Es lo que hay. Las tropas inglesas fueron las órdenes de Sir Thomas Baskerville. Iban buscando como siempre, el oro Español que viajaría a España. Y así nos encontramos con un Drake que llega a Portobelo a bordo de su navío Defiance y queda fondeado en la boca de la bahía. Pero llega enfermo, muy enfermo. Arde en fiebres. Tiene la boca ulcerada e inflamada. Viste sus mejores galas, capa, bombacho satinado, botas lustrosas y espada engarzada en piedras preciosas. Da órdenes contradictorias entre la palidez de su quejido y las debilidad por las fiebres que le acusan . El pirata que los ha llevado a la gloria ha perdido la razón y la recién muerte de su amigo Hawkins planea en su subconsciente. Lleva días así, caminando entre la vida y la muerte. La razón y la sinrazón. La boca supura pus, una pasta maloliente producto de su maldad interna. Y así, Drake cae desplomado en cubierta. Sin auxilio de Dios. No sin antes pedirle a su contramaestre, Thomas Baskerville, no perdonar vida alguna en Portobelo. Fueron sus últimas palabras; lo que más placer le producía en vida. Saquear ciudades Españolas. Ni en muerte se reprimió de ello. Y así hizo.



La guerra de la Oreja de Jenkins 1738

España, que había salido perjudicada de la guerra de Sucesión, trataba de mantener su monopolio comercial con América. Gran Bretaña, que había conseguido tras esa guerra el llamado Navío de Permiso y el Asiento de Negros, trata por todos los medios, legales e ilegales hacerse con un trozo del pastel. Sabiendo que España no iba a prorrogar la concesión por 30 años del Navío de Permiso, los británicos, sobre todo la clase dirigente y mercantil, veían con buenos ojos y hasta alentaban una guerra para desposeer a España por la fuerza lo que no habían conseguido con la diplomacia

El Navío de Permiso era un buque mercante británico de 500 toneladas (de mercancías) encargado de hacer negocio cada vez que se realizaba la feria de comercio con las Flotas de Nueva España en Méjico y los Galeones de Tierra Firme. Estos navíos tenían permiso para vender sus mercancías cada año. Los beneficios fueron tan grandes que vieron un gran negocio en aumentar las ganancias de forma ilegal. Cuando a los navíos británicos se les acababa las mercancías eran repuestas por la noche desde pequeñas embarcaciones, aumentando así el negocio y los beneficios. Estos buques fueron conocidos como “barco de las Donaires”, pues al contrario que el mito no se vaciaban nunca. Las naves negreras aprovechaban las visitas a puerto para introducir mercancías. Cualquier nave con pretexto de averías o riesgo de naufragio entraba en puerto español y clandestinamente comerciaban productos a precios más baratos. El negocio era tan lucrativo, que muchos jamaicanos hicieron del negocio ilegal su forma de vida. Como resultado, el comercio español se redujo a la mitad. Los españoles tenían el derecho de visita de los buques mercantes británicos, confiscando las mercancías fuera de registro, es decir, sin declarar y por tanto ilegales, motivo de discordias continuas, sobre todo al aumentar el contrabando. En enero de 1739 estuvo a punto de firmarse la Convención de El Pardo, un acuerdo donde se resolvía la cuestión de las presas hechas por los guardacostas españoles, las cuentas que no cuadraban de la Compañía del Mar del Sur británica, los litigios fronterizos en Florida y otros problemas. España estaba dispuesta a ceder en varios aspectos del litigio, uno de ellos fue el pagar indemnizaciones por la captura de buques contrabandistas. Cuando el ministro Walpole presentó el convenio al parlamento para ratificarlo, la Cámara de los Comunes lo rechazó. Sin duda, los intereses y la avaricia de muchos, llevó a la guerra a las dos naciones. Walpole, que no deseaba la guerra, tuvo que ceder ante las presiones y hacer suya la frase ¡el mar de las Indias, libre para Inglaterra o la guerra

         Por qué Walpole y otros partidarios de la paz cedieron ante los belicistas es fácil de comprender ante el estado de tensión al que se había llegado. El punto álgido se alcanzó en esa reunió de la Cámara de los Comunes un 8 de marzo de 1739, día elegido por Walpole para presentar el Convenio de El Pardo y pedir su ratificación.

 

En los momentos de mayor acaloramiento, uno de los partidarios de la guerra dijo que presentaría pruebas de la barbarie española y apareció en la sala un capitán escocés llamado Jenkins con una caja en las manos. En ella estaba su oreja cortada, relató lo que le había sucedido y la indignación y gritos contra España y a favor de la guerra era ya imparable. ¿Quien era Jenkins, y que le había ocurrido?. El capitán escocés Robert Jenkins mandaba una fragata mercante británica llamada Rebeca. Llevaba productos para comerciar con los permisos en regla. Navegando por la Florida es detenido por el guardacostas español Ia Isabela, al mando del capitán Julio León Fandiño, que tenía la obligación de comprobar si las mercancías que llevaban estaban registradas en los libros. Registrando la bodega del barco encontró gran cantidad de mercancía de contrabando. Como escarmiento, Fandiño cortó la oreja del contrabandista y le dijo. “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. Si esta frase se dijo o no, es lo de menos, lo cierto es que en la Cámara de los Comunes se tomó como una afrenta a su rey y era merecedora de una declaración de guerra, aunque ya sabemos que este hecho se tomó como una excusa.

 

         Siendo el objetivo de esta guerra el control del comercio de América, la contienda sería principalmente en el mar. España sólo contaba con 31 navíos, más otras 9 fragatas de dos puentes y armadas con unos 50 cañones, mientras el número de fragatas era muy pequeño. Gran parte de los navíos españoles no eran verdaderos navíos de línea capaces de enfrentarse a una escuadra, sino que eran buques aptos para la escolta con cañones de pequeño calibre. Esta situación se había tratado de subsanar en las décadas anteriores, pero lo cierto es que sólo se contaba con un navío de tres puentes y 114 cañones, dos de 80, seis de 70 y doce de 64 cañones. Por el contrario, la británica disponía de más de cien navíos de línea, quince de ellos armados con 90 a 100 cañones, dieciséis de 80, diecisiete de 70, quince de 64, once de 60, veintinueve de 48 a 54, unas cuarenta fragatas y numerosas unidades menores, siendo sus calibres superiores a los embarcados en los españoles. Con un simple vistazo a estos números se puede pensar que los españoles no tenían ninguna oportunidad en ganar la guerra. Siendo Gran Bretaña la dueña de los mares, las plazas en América caerían como piezas de dominó.

 

         A este panorama tan negro hay que añadir que España se encontró sola en esta guerra. Francia, por el Primer Pacto de Familia, firmado el 7 de noviembre de 1734, estaba obligada a prestar apoyo militar, pero durante los años anteriores a la guerra hizo de mediadora para evitar el conflicto armado. Para entrar en guerra, Francia exigió contrapartidas comerciales. Cuando Gran Bretaña declaró la guerra el 23 de octubre de 1739 no se había llegado a un acuerdo entre los dos aliados. Francia estaba indecisa, pues tampoco podía permitir que los británicos se hicieran con todo el comercio americano.

 

         Todos sabemos como acabó esta guerra. Excepto algunos éxitos, la poderosa Royal Navy no consiguió doblegar a los españoles en América. Algunos preferirán seguir creyendo que España era inferior en todos los aspectos, que en el siglo XVIII perdió todas las guerras, que el fracaso británico en Cartagena de Indias en 1741 no tuvo la menor importancia. Por lo menos no pueden negar que Vernon fue derrotado, pero siguen sin admitir el verdadero alcance del desastre británico (2). Seguirán creyendo que el objetivo de los británicos era liberar América del yugo español (3). Simplemente con exponer los hechos tal y como ocurrieron se podrá comprobar que España, su Armada y sus hombres no merecen que sean recordados como los grandes perdedores, mirando a nuestra historia con otros ojos, sin complejos de ningún tipo. Los anales de esta guerra no se reducen a Cartagena de Indias y Portobelo, hubo muchos más combates y, en la mayoría de ellos, la poderosa maquinaria militar británica fue derrotada, por eso expongo los hechos más importantes que se desarrollaron en el Caribe.



Edward Vernon - Portobello 1739


Desde Port Royal, en Jamaica, el vicealmirante Edward Vernon decide volver a la carga con renovados bríos. El nuevo objetivo será la pequeña y mal defendida plaza de Portobelo contra la que, bajo su mando, dirige casi 3.000 hombres entre tripulaciones y soldados de infantería, y una escuadra con los siguientes navíos:

 

 

Burford (70)                              (Vernon)

Hampton Court (70)                 (Brown)

Worcester (60)

Princess Louisa (60)

Strafford (50)

Norwich (50)

 

 

También llevó la fragata Sherness para la que tenía prevista labores de vigilancia. El total de cañones ronda la cifra de 380.

 

Vernon quiere cumplir la promesa realizada en un discurso ante la Cámara de los Comunes de tomar esta plaza con sólo seis navíos.

 

No se fía del todo de enfrentarse al tremendo reto que para sus fuerzas supondrían, atentos, dos pequeñas fragatas guardacostas, una balandra y unas decenas de hombres parapetados en tres castillos en estado ruinoso cuyos cañones eran en su mayoría inservibles, así que deja orden en Jamaica de que en cuanto estuviesen listos el navío Windsor Castle (60) y las fragatas Diamond y Anglesea se dirigieran a Portobelo para unirse a su escuadra y darle más tranquilidad para llevar a cabo su heroico ataque. En realidad no haría falta el concurso de esos refuerzos porque cuando llegaron a Portobelo ya había finalizado la acción.

 

Y como tampoco se fía de Blas de Lezo, que estaba en Cartagena de Indias, envía a la fragata Sherness a patrullar las aguas cercanas a esta ciudad para vigilar los movimientos españoles y dar aviso, en su caso, de posibles salidas de Lezo que le pudieran coger por la espalda (en realidad Lezo nada podía hacer porque, en primer lugar, su misión primordial era organizar la defensa de Cartagena de Indias y, en segundo lugar, en las fechas del ataque a Portobelo contaba don Blas en Cartagena de Indias con solo dos navíos operativos, mientras que un tercero necesitaba reparaciones, y luchaba por conseguir los pertrechos y avituallamientos que necesitaba esa plaza).

 

Los buques británicos zarpan el 25 de noviembre de 1739, avistan Portobelo el día 1 de diciembre y al alba del 2 aparecen frente a la plaza iniciando el ataque. La defensa española de esta plaza estaba confiada principalmente al castillo de Todofierro, en primera línea de defensa, situado a la entrada del puerto, castillo que teóricamente debía contar con 32 cañones. No podía contarse con fuerza naval pues sólo había dos fragatas guardacostas, Triunfo y Astrea, ambas de 24 cañones. En el interior estaban los fuertes Gloria y San Jerónimo, en malas condiciones de defensa y que deberían contar, entiéndase que teóricamente, con 20 cañones. Debido a la distancia entres estos dos fuertes del interior y el castillo de Todofierro, aquellos no podían prestar apoyo a este ni cruzar sus fuegos. Los tres fuertes habían sido levantados en tiempos del rey Felipe II y en los que colaboró el ingeniero Bautista Antonelli.

Bahía de Portobelo, grabado de Nicolás Bellinen, 1574. Se observan el castillo Todofierro, a la entrada del puerto, la ciudad al fondo-izquierda de la bahía, y los castillos de Gloria y San Jerónimo.

A diferencia del eficiente gobernador de la provincia venezolana y su buen hacer en prevenir la defensa de La Guaira, en esta ocasión el gobernador interino de Portobelo, el anciano Francisco Javier de la Vega Retez, demostró ser un incompetente. Estaba al mando porque el gobernador titular, Bernardo Gutiérrez Bocanegra, se encontraba en Panamá dando explicaciones a la justicia respecto a asuntos turbios de los que se le imputaba.

 

No es admisible que en situación de guerra, y con una escuadra enemiga merodeando por allí, la máxima autoridad esté lejos atendiendo asuntos de índole administrativa-legal como acusado de corrupción y, de paso, se deje el gobierno a un anciano inepto.

 

A pesar de que se tenían noticias y avisos sobre las intenciones ofensivas inglesas (hay que recordar una vez más que en esta guerra funcionaron bien los servicios de espionaje españoles), ni uno ni otro habían adoptado medidas convenientes para defender la plaza con posibilidades de éxito (incluso mantenían desartilladas a las fragatas), ni siquiera cubriendo elementales necesidades logísticas, a pesar de que era un puerto de importancia para el comercio americano y lugar donde fondeaba la flota de galeones.

En realidad, Portobelo fue un ejemplo continuado durante muchos decenios de desidia e ineptitud de la mayoría de sus gobernadores aun siendo un puerto estratégico para el comercio indiano. Esta situación de abandono continuado, por otra parte, era una situación generalizada y endémica desde décadas en muchas plazas.

 

Resumirlo en corto: Portobelo era una plaza mal defendida a la que le faltaba artillería, provisiones y tropa. O sea, todo. El estado de las defensas era lamentable, la organización no existía, los cañones eran en su mayoría inservibles, a muchos les faltaban cureñas y otros estaban desmontados, por lo que no podían disparar.

 

En efecto: del fuerte San Jerónimo ni un solo cañón podía realizar un disparo al estar todos desmontados. Del fuerte Gloria sí que era posible disparar cañones, pero debido a su distancia y posición no podía alcanzar los navíos ingleses en la bahía, por lo que estuvo gastando munición inútilmente ante la hilaridad de los británicos. El castillo Todofierro contaba con unos teóricos 32 cañones pero sólo 9 estaban montados en sus cureñas, algunos de forma deficiente (dos de ellos se desmontaron al primer disparo que realizaron). Eso cuando las cureñas no estaban podridas. O cuando los herrajes que sujetaban los cañones a las cureñas, que eran de hierro, no estaban oxidados.

La situación se complicaba porque el envío de los repuestos necesarios para su reparación, o la materia prima para su fabricación, tenía que venir, en muchas ocasiones, desde la metrópoli, lo que requería una planificación a largo plazo y un procedimiento muy complicado y con numerosos inconvenientes, que hacía muy difícil que se resolviese con éxito. La consecuencia era que muchas piezas disponían de cañones pero no de cureñas, y que otro gran número que sí disponían de ellas, al hacer los primeros disparos, cureñas y cañones se desengarzaban al romperse y saltar los herrajes que se encontraban oxidados.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Para intentar apoyar la defensa del castillo de Todofierro se utilizaron los pocos cañones que tenían desmontados los barcos guardacostas para montarlos en dicho castillo, introduciéndose también en él la dotación de los esos barcos, 144 hombres (de ellos 20 milicianos) al mando del teniente de marina Juan Francisco Garganta; es decir, fueron llevados artilleros de marina para poder manejar la artillería de tierra que no tenía artilleros.

 

Contaban también, atentos, con 5 rifles, 25 fusiles y algo de pólvora. Algunas de las balas de cañón eran de piedra.

 

Al castillo de Gloria se enviaron un total de 80 hombres para defenderlo al mando del capitán del presidio Sebastián Meléndez.

 

Detalle del mapa Porto Bello, circa 1740, Showing the Situation and Defences of the City. Este detalle muestra esquemáticamente el castillo de Todofierro (Iron Castle en el dibujo inglés), hoy desaparecido, que defendía la entrada a la bahía.

Los buques ingleses, puestos en línea, van arrojando fuego contra el castillo de Todofierro desde corta distancia mientras penetran en la bahía.  Al primer disparo de los buques ingleses huyeron el condestable y los 20 milicianos. Poco después desertaron algunos soldados. Al castillo de Todofierro no podía apoyarle la artillería del fuerte de San Jerónimo, porque no tenía cañones disponibles, ni la del fuerte de Gloria, porque estaba tan lejos que sus cañones no alcanzaban a los atacantes. Tras dos horas de bombardeo el castillo Todofierro estaba arrasado. Dentro de sus escombros quedaban sólo 11 hombres de los guardacostas, el resto eran bajas y, sobre todo, deserciones.  Los 11 hombres que quedaban se habían quedado sin pólvora. Un fácil desembarco inglés apoyado por disparos de fusilería desde los navíos acabó con la resistencia y el castillo se rindió. Su defensa había sido escasa por sus limitadísimas posibilidades. El castillo pasó a ser ocupado por los ingleses desembarcados.

Anclado donde no podían llegar los cañones de los dos fuertes del interior, Vernon hizo noche y, al día siguiente, día 3 de diciembre, dispuso continuar el ataque. Pero no iba a exponer sus barcos a los cañones del fuerte Gloria: dispuso que se preparasen botes para realizar el asalto. Lo cual tampoco haría falta pues el negligente y pusilánime gobernador accidental, al saber de los preparativos ingleses, se apresuró a rendir la plaza esa misma noche. Acordó que Portobelo no sería saqueada ni su población hostilizada, respetándose vidas y haciendas. Los únicos prisioneros serían los soldados uniformados, a los que se les trataría con dignidad.

 

Mientras Vernon descansaba anclado en la bahía y el gobernador rendía la plaza, la mayoría de los vecinos de Portobelo, reunidos en consejo, se declaró dispuesta a combatir. Cuando se acercasen los británicos, introduciéndose más en la bahía, contaban los partidarios de la resistencia con el castillo de Gloria, donde habría 600 defensores. Pero el mal ejemplo del gobernador interino fue seguido por otros, como el capitán Sebastián Meléndez que huyó al monte, como había hecho el gobernador tras la negociación con los británicos, y con él huyeron muchas familias, dejando así Portobelo abandonado a su suerte y con la moral de los últimos defensores por los suelos.

Bombardeo de los fuertes de Puerto Bello por la flota del almirante británico Vernon, 22 noviembre 1739. Obra de Samuel Scott. Al fondo y derecha de la bahía se observa la ciudad de Portobelo, mientras en primer término los buques ingleses bombardean el castillo Todofierro a la entrada de la bahía.

 

Parece haner un error aparente en las fechas, pero se debe a que los británicos seguían usando el calendario juliano mientras que el resto de potencias europeas cambiado all gregoriano, haciéndolo España desde 1582 (el cambio suponia una diferencia de 10 días, que se eliminaron del mes de octubre). El calendario gregoriano no lo adoptaron los británicos hasta 1752, por ello el desfase de fechas. Así, la fecha de esta obra de Scott es la del título de dicha obra, pero en el antiguo calendario juliano británico.

Vernon ordenó demoler los castillos y en contra de lo firmado saqueó la ciudad buscando riquezas, pero sólo encontró 10.000 pesos destinados a las pagas de la tropa allí destinada. El armamento y los caudales pasaron a manos de los británicos, que obtuvieron 40 cañones de bronce y otras 24 piezas de artillería. Los cañones inservibles y los de hierro los arrojaron al mar.

 

Obtuvo también las dos fragatas guardacostas que incorporó a su escuadra con los nombres de Triumph (ex Triunfo) y Astraea (ex Astrea), y también la balandra. La Triumph fue enviada a Inglaterra para dar noticia de su triunfo (muy adecuado, pensaría Vernon, que la fragata llevase precisamente el nombre de Triumph), a donde llegó en marzo de 174

Detalle del Plano de la ciudad, la bahía y los fuertes de Portobelo, de Jean Covens y Corneille Mortier, 1740

  Tomado Portobelo, Vernon aprovecha para ajustar cuentas con los parlamentarios ingleses, sobre todo con el primer ministro Robert Walpole, que se había opuesto a sus proposiciones guerreras, con el Gobernador de Jamaica, que no apoyaba el objetivo, y con los generales y almirantes ingleses que habían recelado de su capacidad. Además, da rienda suelta a su ego en ese momento de gloria y pregona a los cuatro vientos la victoria obtenida.

La batalla de Cartagena de Indias. Francisco Javier Membrillo Becerra. Publidisa, 2011.

Naturalmente, las noticias estaban exageradas para así el estirado Vernon darse mayor regusto y mejor propaganda. Vernon sabía que un combate ante la indefensa Portobelo no ofrecía dificultades y manipuló la información para ponerse a sí mismo como ejemplo de héroe valiente que obtiene una gran victoria y proclamarse nuevo gran héroe nacional británico.

 

Veamos cómo se publicitó: Portobelo, ciudad  famosa y conocida en todo el mundo por ser puerto importante de fondeo para la Flota de Indias, era una plaza fuertemente defendida por más de 200 cañones. Sólo el de Todofierro infundía gran temor, pues tenía 100 cañones y 300 defensores. La rapidez y eficacia en la toma de la ciudad, sufriendo muy pocas bajas propias, demostraban la valentía, aptitud, inteligencia y arrojo de Vernon al introducirse osada e inesperadamente en una bahía que contaba con la enorme potencia de fuego que proporcionaban tres castillos apoyados por dos barcos que le hicieron frente, pero a los que eficazmente doblegaron sus navíos disparando con todo acierto, lo que demuestra la gran instrucción que se había preocupado de proporcionar a los hombres bajo su mando. Además, el vicealmirante daba imagen de gran caballero, un inglés noble y magnánimo que en lugar de humillar y aplastar a sus enemigos, a pesar de que se lo merecían pues habían demostrado cobardía, firma para ellos una capitulación honrosa que respeta y tolera vidas, haciendas y propiedades. La toma de tan importantísima ciudad era, por tanto, una victoria gloriosa.

 

Lo cierto es que, en lo que respecta a la elección del objetivo a atacar, Vernon se atrevió a ofender esta plaza porque sabía que sus defensas eran muy débiles y no había allí ninguna escuadra que le pudiera hacer frente. Portobelo era fácil de ocupar e implicaba muy poco riesgo. Y aún así llevó a Portobelo una escuadra exageradamente desproporcionada para la fuerza que se le opondría.

 Es el caso de la expedición de Anson fue un fracaso y no se combinó en su momento con los ataques de Vernon por el Caribe, por lo que no es estrangular el istmo como pretendían. Pero es que, además, hace mucho tiempo las autoridades españolas, las turbias y las relaciones hispano-británicas que presagiaban el inicio de una guerra y, más recientemente, el temor de que los números fuesen capturados en un ataque inglés, ordenaron no trasladar 12.000.000 millones de pesos a Portobelo y dejarlos a resguardo en el Perú. Muy lejos de Portobelo. Primero fueron depositados en Guayaquil, y luego en Quito. Así que Vernon, llegó, venció, y aunque buscó por todo Portobelo para hacerse con él por otro lado. . También se dedicó a ver los posibles tesoros escondidos en las casas de los civiles, aunque se respetó la vida de la población y, finalmente, pasó a demoler los castillos.

La versión inglesa, como es habitual, "difiere un poco": no se saqueó la ciudad ni se molestó en la población, siguiendo la capitulación firmada, con la que se muestra la propaganda española que mostraba a los ingleses como piratas y saqueadores.


En cuanto al combate, ya hemos visto que la defensa española fue muy débil. No hay más que ver el pequeño número de bajas inglesas, menos de 10 entre muertos y heridos, lo que demuestra la poca resistencia que se ofreció. Y después de batido el castillo de Todofierro, Vernon no se atrevió a poner sus barcos al alcance de los cañones del fuerte Gloria. No hubo heroicidad ni osadía alguna por parte de Vernon.
  Y en lo que se refiere a los acontecimientos que se guardan en Portobelo, se preocupa mucho a los británicos, se entiende que todo el mundo que Portobelo era lugar de la Flota de Indias y lugar importante en el comercio.  En las colonias americanas se celebraron habitualmente estas ferias, y en Portobelo se celebró una en 1738, se conoció el Almirantazgo inglés.
 

También sabremos los tiempos británicos en la ruta habitual de los caudales: desde Perú se enviaban los caudales a Panamá, por el Pacífico, y desde allí se llevaban a Portobelo.  Recordemos que el plan estratégico inglés contemplaba, precisamente, la asfixia del comercio y sus rutas, el ataque de la flota de Anson el istmo de Panamá por el Pacífico y Vernon haciendo lo propio por el Caribe, combinando sus esfuerzos
Esos pocos miles de pesos, unas cuantas piezas de artillería y dinamitar los castillos fue todo lo que consiguió Vernon. Porque ni siquiera ocupó la plaza: tras el saqueo, el mismo mes de diciembre, decidió regresar con su escuadra a Jamaica. Por si las moscas, deja una fragata patrullando por aguas cercanas a Cartagena de Indias. Es decir, ni ocupó Portobelo ni hubo penetración inglesa al interior del continente.

En lugar de ello prefiere dejar un navío en labores de vigilancia naval sobre aguas cercanas a Portobelo con la misión de informar sobre movimientos españoles en la zona.

 

En Inglaterra, las noticias llevadas por la fragata Triumph hacen estallar el alborozo entre la opinión pública. Euforia. Celebraciones y repiques de campanas. Vernon dió a entender que la guerra sería fácil ganarla con él al mando. Se hicieron medallas que conmemorasen para la eternidad la grandiosa victoria del vicealmirante Edward Vernon, nuevo héroe de la nación inglesa, frente a los españoles. Una de estas medallas para mayor engrandecimiento de Vernon, contiene la leyenda “Porto Belo Sex. Solum navivus expugnate” (Tomó Portobelo con sólo seis barcos). La acuñación de otra medalla diferente muestra la leyenda “Vernon Semper Viret” (Vernon siempre victorioso), mostrando en su reverso otra leyenda: “Portobelo sex solum navibus espugnate nov.22-1739”. Con motivo de esta victoria se cantó por primera vez la célebre canción Rule, Britannia! e incluso se dice que en una cena en honor al nuevo héroe, a la que asistió el rey Jorge II, se entonó por primera vez una versión británica del himno francés Grand Dieu sauve le Roi (o sea, God save the King, ya saben, el que sería himno nacional inglés).

 

De esta manera se desvía del objetivo estratégico británico. Vernon pensó que la toma de Panamá, aunque la podía intentar con los medios con que contaba, era una empresa menor de la que se encargaría la escuadra de Anson en el Pacífico, como estaba ideado inicialmente. Pero el objetivo del Almirantazgo era controlar el istmo panameño por ambos mares, lo que exigía tomar la ciudad en lugar de largarse de allí. Establecer un control de Portobelo exige dejar tanto una guarnición como una escuadra suficientes. Nada indicaba, además, que los españoles no pensasen en recuperar la plaza. Ciertamente, Anson estaba aún lejos de alcanzar Panamá, pero Vernon no cumplió con su parte en el lado caribeño. ¿Por qué? Pues por temor: había noticias de que en España se estaba preparando una escuadra destinada al Caribe (era la potente escuadra de Torres) que embarcaría fuerzas de infantería y, por otro lado, Vernon intuía que, si dejaba en Portobelo una guarnición y escuadra de ocupación, Blas de Lezo, muy  pronto y en cuanto estuviese preparado intentaría, desde Cartagena de Indias, recuperar Portobelo.

 

Pedro Murillo Velarde, en su Geografía histórica publicada en 1752, menciona la medalla de Vernon no sin cierta ironía: "le hicieron una medalla donde estaba esculpida la acción de Vernon en Portobelo, al modo de las que hicieron los indios de Nueva España cuando cogieron a los españoles una cabeza de caballo (¡!)".  En la Historia de San Martín (1888), Bartolomé Mitre registró también el dato medallístico, y la conocida y oficializada Historia de Colombia para la enseñanza secundaria de José María Henao y Gerardo Arrubla (1910), al recordar el frustrado trofeo, apunta que "pareció a los británicos que ya se había puesto el sol en los sucesores de Carlos V"


 

 

 

 

 

Localización de Portobelo y otras posesiones españolas en el Caribe. En color azul la isla de Jamaica, 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A continuación vemos otros ejemplos de la conmemoración inglesa.

Anverso de una medalla conmemorativa de la toma de Portobelo. La leyenda dice The british glory reviv D by Admiral Vernon (La gloria británica nuevamente exaltada por el Almirante Vernon)

Reverso de una medalla para conmemorar la toma de Portobelo. Dice la leyenda He took Porto Bello with six ships only (Él tomó Portobelo con sólo seis barcos).

Primera página de la partitura de Rule, Britannia!, 1740, considerada la más patriótica de las canciones inglesas.

 

 




Edward Vernon ataca Cartagena de Indias

La Contra Armada de Vernon

Blas de Lezo y Olavarrieta

El Gran Heroe.

conozcamos mas a fondo su vida

Nació en Pasajes de san Juan, en el año de 1687 y murió en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741.

 

Se educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701, para embarcar en la escuadra francesa, como guardiamarina. Luis XIV había ordenado que hubiese el mayor intercambio posible, de oficiales, entre los ejércitos y las escuadras de España y Francia, así como que también fueran comunes las recompensas.

 

De este modo vemos al joven Lezo, a la temprana edad de 17 años, embarcado de guardiamarina en el año 1704, en la escuadra del conde de Toulouse, gran almirante de Francia, con ocasión en que cruzaba frente a Vélez-Málaga y reñía un combate contra otra anglo-holandesa. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada, única fuerza disponible. Se componía pues la escuadra franco-española de 51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, sumando un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres. La escuadra anglo-holandesa al mando del almirante Rooke estaba compuesta por 53 navíos de línea, 6 fragatas, pataches y brulotes, con un total de 3.614 cañones y 22.543 hombres. Fue tan empeñada la lucha que los de uno y otro bando quedaron muy maltratados, atribuyéndose ambos la victoria. No hubo navíos rendidos ni echados a pique, pero sí muchos daños en cascos y aparejos. Tuvo la escuadra franco-española 3.048 bajas, entre ellos dos almirantes muertos y tres heridos, uno de éstos el general en jefe conde de Toulouse. Las de los anglo-holandeses fueron de 2.719 bajas, de ellos dos altos jefes muertos y cinco heridos.

 

Afortunadamente para los anglo-holandeses, no volvió a trabarse la batalla, pues estaban muy escasos de municiones. Distinguióse en la acción Lezo, por su intrepidez y serenidad; la tuvo en tal grado que habiéndosele llevado la pierna izquierda una bala de cañón, siguió con gran estoicismo en su puesto de combate, mereciendo el elogio del gran almirante francés. Por su comportamiento, fue ascendido a alférez de navío.

 

Siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo, en el ataque al navío inglés Resolution de 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así como en el apresamiento de dos navíos enemigos, que fueron conducidos a Pasajes y Bayona.

Ascendido a teniente de navío fue destinado a Tolón y allí combatió en el ataque que a dicha plaza y puerto dio el duque de Saboya, en 1707. Lezo se batió con su acostumbrado denuedo en la defensa del castillo de Santa Catalina perdiendo en esta ocasión el ojo izquierdo.

 

Con ocasión de los aprovisionamientos al ejército con que Felipe V cercaba por tierra a Barcelona, se dio a Lezo el mando de alguno de los convoyes de municiones y pertrechos de guerra que se le enviaban desde Francia. Burló la vigilancia de los barcos anglo-holandeses, que apoyaban por mar al archiduque Carlos. En cierta ocasión, cercado por todos los lados, tuvo que recurrir para pasar, al heroico medio de pegar fuego a parte de sus buques, para penetrar a través del incendio abriéndose paso, al propio tiempo a cañonazos.

 

A los seis años de servicio (se refiere a que entró como guardiamarina embarcado en el año 4, aunque desde el 1 fuera guardiamarina en estado de estudiante, no embarcándose hasta el referido año, de ahí el referirse sólo a seis años), y 23 de edad, fue ascendido a capitán de fragata y mandando una (cuyo nombre desconocemos), en la escuadra de Andrés del Pez, llegó a hacer once presas, la menor de 20 cañones, y una de ellas la del navío Stanhope, recibiendo nuevas heridas en éste combate.

Ascendió a capitán de navío en 1712, y al año siguiente tomó parte en las operaciones del segundo ataque a Barcelona, cercada por tierra por el duque de Berwick, teniendo varios encuentros con el enemigo, en uno de los cuales recibió otra herida que le dejó inútil del brazo derecho.

 

En 1714, también en la escuadra de Andrés del Pez, pasó a Génova para traer a España a la reina doña Isabel de Farnesio; pero, al resolver venir por tierra la reina, regresó la escuadra y se preparó para la expedición de recobro de Mallorca, que tuvo lugar al siguiente año de 1715, tomando parte en ella el buque de Lezo y seis navíos más, con diez fragatas, dos saetías, seis galeras y dos galeotas; todas estas fuerzas al mando del gobernador general de la Armada Pedro Gutiérrez de los Ríos, conde de Fernán Núñez. Apenas desembarcaron los diez mil hombres, que llevaba la escuadra en los transportes, los mallorquines se sometieron a Felipe V.

 

En 1716, mandando el navío Lanfranco, se incorporó éste a la escuadra del general Chacón, destinada a recoger la plata y a auxiliar a los galeones perdidos en el canal de Bahama. Poco después, se agregó a dicho navío una escuadra destinada a los mares del Sur, a cargo de los generales Bartolomé de Urdinzu y Juan Nicolás Martínez. Con el Lanfranco iban el Conquistador, Triunfante y la Peregrina. Tenían como objetivo la limpieza de corsarios, piratas y de buques extranjeros que, haciendo un comercio ilícito, perjudicaba grandemente a la hacienda española.

Después de siete años en este servicio, recayó, al fin en Lezo el mando de esas fuerzas navales del mar del Sur, el 16 de febrero de 1723, capturando seis navíos de guerra, por un valor, sólo de su carga, de 3.000.000 de pesos; tres de ellos se agregaron a la Armada Real. Durante este periodo realiza numerosas salidas en las que sostiene combates, limpiando las aguas de Chile y Perú, de corsarios enemigos. Permaneció en los mares del Sur hasta el año 1730, en que fue llamado a España por orden del Rey.

 

La corte estaba en Sevilla y allí se dirigió Lezo para informarle de todas las vicisitudes de su último mando. Obtuvo la aprobación real y, como recompensa a sus valiosos servicios, fue promovido a jefe de escuadra.

 

Permaneció en el departamento de Cádiz hasta el 3 de noviembre de 1731, en que embarcó en una escuadra de 18 navíos, cinco fragatas y dos avisos, al mando del marqués de Mari, destinada al Mediterráneo, para asistir al infante don Carlos en las dificultades que pudieran surgirle en su toma de posesión de los estados de Italia, a la muerte del duque de Parma, Antonio Farnesio sucedida el 20 de enero de 1731. Existen cartas firmadas por el conde de Santi-Esteban, en que por orden de S. A. Real, se expresa satisfacción que causaron los buenos servicios del general Lezo.

Habiendo surgido ciertas diferencias con la república de Génova, España estaba resentida por la conducta observada por aquel estado y no de acuerdo con sus procedimientos, el general Lezo, por orden superior, se personó en aquel puerto con seis navíos y exigió como satisfacción, que se hiciesen honores extraordinarios a la bandera real de España y que se restituyeses inmediatamente la plata que se retenía. Mostrando el reloj a los comisionados de la ciudad, que buscaban el modo de eludir la cuestión, fijó un plazo, Transcurrido el cual la escuadra rompería el fuego contra la ciudad.

 

Ante esta decidida actitud se hizo el saludo pedido y se transportaron a bordo los dos millones de pesos fuertes, pertenecientes a España, que tenía guardados el banco de San Jorge. De tal cantidad se envió, por orden del Rey, medio millón para el infante don Carlos y el resto fue remitido a Alicante, para sufragar los gastos de la expedición que se alistaba para la conquista de Orán.

 

En esta jornada arbolaba su insignia, el general Lezo, en el navío Santiago, ejerciendo las funciones de segundo jefe de la escuadra, mandada por teniente general Francisco Cornejo. Estaba compuesta de doce navíos, dos bombardas, siete galeras de España, dos galeotas de Ibiza y cuatro bergantines guardacostas de Valencia.

El 15 de junio salió la expedición de Alicante para Orán, llegando el 28 ante la plaza; la escuadra escoltaba a una expedición de tropas mandadas por el conde de Montemar, eran veintiséis mil hombres, llevados en 535 buques de transporte, se verificó el desembarco en la cala de Mazalquivir, protegido por el fuego de los buques; José Navarro, entonces capitán de navío, comandante del Castilla, mandaba las embarcaciones menores (como más antiguo capitán); se atacó a Mazalquivir y cuando lo vieron tomado los defensores de Orán, abandonaron la plaza rodeada de murallas y guardada por cinco castillos; una vez ocupada Orán y convenientemente guarnecida, Lezo regresó a Alicante escoltando 120 embarcaciones de transporte.

 

Terminadas las operaciones sobre la costa africana, se dirigió la escuadra a Cádiz, donde entró el 2 de septiembre de 1732.

Las potencias berberiscas alarmadas con la toma de la plaza de Orán, se coaligaron para reconquistarla, atacándola por tierra y bloqueándola por mar; con este motivo salió Lezo, con los dos navíos que en Cádiz estaban preparados, el Princesa y el Real Familia, a los que se reunieron otros cinco; levantó el bloqueo y metió en la plaza los necesarios socorros, dedicándose después a dispersar a las fuerzas navales enemigas.

 

Determinó aniquilar a la capitana de Argel, un buque de 60 cañones; lo encontró y empezó a batirlo, pero los argelinos huyeron con fuerza de vela, perseguidos por Lezo, refugiándose en la ensenada de Mostagán, defendida por dos castillos a la entrada y por una fuerza de cuatro mil hombres, que acudió de las montañas vecinas al darse la alarma.

 

Entró Lezo tras el navío, a pesar de los disparos de los castillos y de los que se le hacían de todas partes y echando al agua lanchas armadas, prendió fuego a la tan bien protegida capitana de Argel.

 

Esta acción de la mayor intrepidez, que no podían esperar los argelinos, les alarmó de tal modo que les hizo pedir socorro a la Sublime Puerta (Constantinopla).

 

El general Lezo al saberlo, tras reparar ligeramente sus buques, en Alicante, pasó a cruzar desde Galita hasta el cabo Negro y Túnez, a la espera del socorro solicitado, para batirlo.

Permaneció en el mar cincuenta días, hasta que una epidemia infecciosa, ocasionada por la corrupción de los alimentos, le obligó a regresar a España, tocando antes en Cerdeña para hacer nuevos víveres, en la cantidad necesaria para poder llegar a Cádiz.

 

Tuvo no obstante, que entrar en Málaga donde dejó gran número de enfermos, entre ellos el guardiamarina Jorge Juan, que con tan buen maestro como era Lezo hacía sus primeras armas.

 

También llegó Lezo enfermo de gravedad a Cádiz.

 

El Rey le manifestó su aprecio y como recompensa a los distinguidos servicios prestados le promovió a teniente general el día 6 de junio de 1734.

 

Desempeñó la comandancia general del departamento de Cádiz; al año siguiente (1735) fue llamado a la corte y, en ella permaneció muy poco tiempo pues él mismo decía "que tan maltrecho cuerpo no era una buena figura para permanecer entre tanto lujo y que su lugar era la cubierta de un buque de guerra; pidió el consiguiente permiso al Rey y éste se lo concedió" ya de regreso en el Puerto de Santa María, el 23 de julio de 1736, fue nombrado comandante general de una flota de ocho galeones y dos registros, que escoltados por los navíos Conquistador y Fuerte habían de despacharse para Tierra Firme.

 

Salió con su flota el 3 de febrero de 1737, llegando a Cartagena de Indias el 11 de marzo, quedando de comandante general de aquel apostadero, tan importante para la defensa del mar de las Antillas.

Resumen de la Batalla de Cartagena de Indias

 

 

 

Del  13 de marzo al 20 de mayo de 1741, tuvo lugar La batalla de Cartagena de Indias,  entre las armadas española e inglesa. Esta batalla fue decisiva para el  desenlace final de la Guerra de la Oreja de Jenkins (1739–1748),  uno de los conflictos armados entre el España y Gran Bretaña ocurridos durante el siglo XVIII.

 

Esta nueva Armada Invencible de 195 navíos, era mayor que la de Felipe II, y la segunda más grande de todos los tiempos, después de la armada aliada que desembarcó en Normandía en la II guerra Mundial . El ejército inglés, comandado por el almirante Edward Vernon, trató de invadir Cartagena de Indias con 32.000 soldados y 3.000 piezas de artillería. Cartagena estaba defendida por 3.600 soldados y 6 navíos españoles. Inglaterra estaba tan segura de su victoria que el rey inglés mandó acuñar monedas celebrando su triunfo, en las que se leía "la arrogancia española humillada por el almirante Vernon y los héroes británicos tomaron Cartagena, abril 1, 1741 " ..... jajajaj !! ... en ellas aparecía Blas de Lezo representado de rodillas entregando su espada al almirante Vernon, eso sí, un Lezo muy completito con todas sus piernas, brazos y posiblemente ojos ... increíble ¿no?

 

La victoria de las fuerzas españolas, al mando del teniente general de la Armada Blas de Lezo, prolongó la supremacía militar española en el Atlántico occidental hasta el siglo XIX.

 


el santísima trinidad